Thursday, January 25, 2007

Nochebuena en Amsterdam

Allí estábamos. De los originales que alguna noche prometieron pasar la Navidad 2006 en Amsterdam sólo estuvimos Juan y yo. Sin embargo los bombons, Daniela, Chispa y Maika, salieron al rescate y en tres horas organizamos una cena de navidad que sumpliera tres requisitos: preparación sencilla, que cubriera las nostálgicas necesidades de los que extrañamos tremendamente las garnachas, moderada en cuanto a su picosidad (¿existe esa palabra?) para no torturar a los paladares europeos. Una visita a un supermercado hindú bastó para definir el menú, Tinga, Pasta a la Juan, “Entreè au Bombón” y papas con queso. Todos los platillos fueron exitosos excepto las papas que debido a una falla de comunicación pasaron a ser un simple puré. Todos cocinamos, opinamos, catamos los dos barriles de Heineken reservados para la noche y dimos el abrazo navideño a las doce en punto, con la barriga llena y agradecidos de no tener que salir al frío polar de esa ciudad para arrullar al niño.


Aquí algunas fotos.






Un señor que alimentaba a las gaviotas junto al Sena...



Wednesday, January 24, 2007

Tuesday, January 23, 2007

Ámsterdam contra sus prejuicios

Ámsterdam tiene la virtud o el defecto de existir en la mente de sus visitantes con demasiada complejidad anticipada. Al menos ése fue mi caso. Proveniente de una sociedad prejuiciosa le inventé una imagen de perdición y vicio que correspondió más a la especulación que a la realidad. Más que el fracaso de un país que ha aceptado con cierta indiferencia lo que en sus hipócritas vecinos primermundistas se sigue considerando un crimen, el consumo de mariguana significa la victoria de una ciudad contra su prejucios.

Que hay gente que fuma aún en la calle a pesar que se vende casi en cualquier bar es cierto, que seguramente muchos adictos viajan con la misma devoción con la que los amantes de las alucinaciones van a Oaxaca, también. Sin embargo es importante aclarar algunas de los malentendidos locales. Fumar no es un vicio barato: diez gramos de la mariguana más liviana cuestan 8 euros, unos 130 pesos; la misma cantidad en la ciudad de la esperanza no ha de rebasar los 10 pesos. Ámsterdam, más bien lucía refugiada en sí misma de un frío de 3 grados y un sol que apenas iluminaba su cielo nublado algunas horas, lejos estaba la imagen de fiesta incontrolable y ánimo kamikaze que alguna vez imaginé entre sus turistas.

El red light district, la famosa calle donde las prostitutas se exponen a los clientes desde vitrinas iluminadas por focos rojos y neones apenas abarca dos cuadras y más que un espectáculo erótico o estimulante recuerda tristemente a un zoológico humano en el que los turistas globales admiran o pagan 50 euros por el amor fugaz. Las chicas sólo visten ropa interior, miran indiferentes, aburridas, hablan por teléfono, fuman, caminan en círculos recordando la depresión de los jaguares que miran con su tristeza animal a los espectadores tras sus rejas.

Lo importante de Ámsterdam es la belleza de sus canales, de sus edificios que se inclinan como prueba de la lucha de los holandeses para ganarle terreno al mar. Su museo Van Gogh, que, aunque fue el museo más caro que conocí, posee toda la mística y esencia de un hombre que vivió para el arte y sus tormentos hasta la muerte. Impresiona la precisión con la que funciona la ciudad, exacta, como en la mecánica interna de un reloj. Me impresionó su gente y sus complicaciones en el arte de sonreír. Me conmovió encontrar, que una sociedad próspera y progresista que ha luchado contra sus prejuicios, no ha podido generar los mecanismos para integrar a sus migrantes y que el origen étnico o la manera de vestir siguen siendo un factor determinante en la escala social. Me impresionó la dureza de su clima, lo frío de su invierno su historia ligada al mar. Ámsterdam en diciembre fue frío, intenso, bello.






París por sus passages

París, tras su abanico de maravillas evidentes, se descubrió como una ciudad íntima, inspiradora, secreta. Más allá de la Torre Eiffel, de Louvre, de sus Champs Elysées que iluminan de belleza la noche de Europa, del Sena y su fluir por la historia, de Notre Dame, del barrio latino, más allá del turismo salvaje y de sus vagones de metro donde la distinción racial evidencia una sociedad que rechaza a sus inmigrantes, encontré un París que nunca imaginé vigente, un París que descifré con las claves de un cuento y de sus Passages.

¿Puede la literatura sustituir a la guía de Lonely Planet? Aquel día, orientado únicamente por un mapa y los apuntes sobre un cuento de Julio Cortázar –El otro cielo– caminé por un París profundo, que casi sospechaba inventado.

Sin ninguna referencia salvo los nombres de los pasajes a través del cuento y algunas indicaciones de calles encontradas en Google, salí del metro Pyramides y caminé hacia el barrio de Montmartre por la Av d’L Opera hasta la rué des Petit Champs y allí doblé en la rué Richeleu buscando una puerta a través de sus negocios y sus vitrinas. El Pasagge des Princes fue la primera revelación. Después de imaginar cierta sordidez por el tejido del cuento –la noche y sus prostitutas– un pasaje lleno de jugueterías revela una vez más la genialidad de El Otro Cielo. Sus baldosas como tablero de ajedrez, iluminadas por un sol que se filtra en un amplio vitral, las vitrinas repletas de juguetes y los parisinos envolviendo los regalos de Navidad caminando sin prisa trazaron los primeros atisbos para descifrar a Cortázar.

Siguiendo el final del pasaje, la rué Pelletier lleva hasta Notre Dame de Lorette, una iglesia cuya belleza abandonada bifurca con la rué Montmartre, refugio de la siguiente galería. El Passage Verdeu, alberga librerías de viejo, tiendas para dibujantes y pintores, galerías y tiendas de arte; su silencio, sus visitantes asiduos, pintores quizá, su cielo de vidrios opacos fluyen hacia el siguiente pasaje, situado en la acera contraria. El Passage Jouffrey, poblado de librerías nuevas, de tiendas de antigüedades y pastelerías luce una renovación que lo ha despojado de cierto misticismo, sin embargo, en su salida por el boulevard Montmartre se encuentra, oculto y con un halo de misterio el Museé Grevin, uno de los museos de cera más antiguos del mundo.

Basta cruzar la calle una vez para encontrar el Passage Panoramas. Detrás de sus vitrinas polvosas se encuentran anticuarios, tiendas antiquísimas de filatelia y numismática, galerías de mapas y restauración de documentos, oficinas donde detectives de la historia elaboran árboles genealógicos, ínfimos cafés y restaurantes. A la mitad del pasaje una ramificación marca con un letrero la entrada para los artistas del Theatre des Varietes. El teatro sirve de inspiración para encontrar el mejor café que encontré en la ciudad luz, el Bar des Varietes: absolutamente antiguo, evocador, oscuro, barato, íntimo. En sus asientos roídos por el tiempo y su cerveza amarga comprendí que por los passages no deambularon prostitutas asustadas por la sombra de un asesino en serie; simplemente son otro cielo, uno libre a interpretaciones personales y a todos los mundos que puedan caber entre libros polvosos y documentos amarillos.


Su paso relajado, el comercio como forma de vida por su trato humano, la lectura, la caminata por puro placer, son lo opuesto al vacío y aséptico ambiente de cualquier mall. Como en el final del cuento, ese otro cielo, esa intimidad, ese aire místico, se oponen y se opondrán por siempre, a la inevitable realidad.

























Saturday, January 13, 2007

Pausa

Esta semana he ingerido unos 400ml de Red Bull, 10 cafiaspirinas, unas 14 tazas de café y litros de té inglés (con leche). Todo para tener listos este lunes mis dos ensayos finales y un proyecto... Esa ha sido la causa de la larga ausencia.

A partir del lunes subiré las fotos de Amsterdam, Brujas, Madrid, Toledo, Segovia, Barcelona y crónicas del paseo...

Mientras tanto dejo un excelente link, Sacatrapos, el blog de los moneros AHUMADA, LUIS FERNANDO, MAGÚ, PERUJO, RICTUS y TACHO. De verdad vale la pena, horas de risa y diversión garantizadas...

http://sacatraposmonos.blogspot.com/

Ahhh y un nuevo periódico favorito, The Guardian, que me ha servido para aliviar la nostalgia por La Jornada.

www.guardian.co.uk