Saturday, September 29, 2007

La revolución de las túnicas



Desde hace un buen tiempo creo que los métodos tradicionales para hacer una revuelta social se han vuelto imprácticos. Dados los tremendos mecanismos de manipulación y control con el que nuestro sistema social apacigua a las mentes que no tienden a cuestionarse demasiado, es necesario crear nuevas vías para transmitir el mensaje de una injusticia o una necesidad urgente. Y el término creatividad no tiene nada que ver con la supuesta resistencia creativa que en México se aferra a los nostágicos fancines que no lee nadie, a los campamentos callejeros, a las manifestaciones y todas las prácticas de los nostálgicos de los sesentas. En fin, escribo esto porque el conflicto en Myanmar (Birmania o Burma) se ha convertido el centro de interés y porque en Tailandia conocí a mucha gente de ese país que escapó de la tiranía de uno de los regímenes más represivos del mundo. En Myanmar sólo el 2% de la población tiene acceso a internet, por ejemplo y el uso de teléfonos celulares está restringido por el ministerio de comunicaciones. Acceder ilegalmente a medios de información puede llevar a una condena de 20 años de cárcel. Como en cualquier dictadura, el régimen militar de Burma tiene terror a que el mundo se entere de los horrores que allí suceden. Desafortunadamente para los generales, los huecos de información han permitido saber lo que pasa en Rangún, la capital en los últimos días.

Desde hace dos semanas, monjes budistas de diversos monasterios salieron a las calles a protestar contra el aumento de 500% al precio de la gasolina. En respuesta, el régimen "socialista" birmano reprimió y golpeó a los agitadores armados con túnicas y sandalias. Los monjes salieron de nuevo a las calles y diariamente se fueron uniendo ciudadanos comunes y corrientes que están hartos de la miseria que contrasta la opulenta vida de los líderes militares. En abierto desafío al régimen durante cinco días se concentraron manifestantes en Rangún y en las principales ciudades de Burma. Los monjes caminaron en silencio frente a la casa de Aung San Suu Kyi, premio nóbel de la paz y arrestada en su domicilio desde hace 10 años por el régimen. El jueves la junta militar reaccionó y oficialmente han muerto 9 personas, el ejérito ha rodeado los monasterios, impuesto el toque de queda y prohibido reuniones de más de cinco personas. Por supuesto que el número de muertos es mayor. Por ahora no hay información clara sobre qué sucede, si las manifestaciones continúan o si el terror ha funcionado.
Mientras tanto, los blogs, emails y videos de la red de youtube se convirtieron en la principal fuente de información sobre las protestas. Muchos reporteros fueron expulsados así que el periodismo ciudadano se encargó de difundir la represión. En cuestión de días redes de correo, videos y hasta facebook sirvieron para comunicar la revolución que encabezaban las túnicas y las sandalias. Aquí unos videos.


Video tomado con un celular en una de las principales calles de Rangún.

En contraste, otro video subido a la red denuncia la opulencia de los militares que gobiernan a uno de los países más pobres del mundo. Esta es la boda de la hija de
Than Shwe, uno de los tres generales que encabezan la junta militar.


Monday, September 24, 2007

Cuatro fotos, un recuerdo


Siempre me ha intrigado el futuro y sus implicaciones. Desde niño solía hacer pronósticos a largo plazo en las fechas importantes. Hace un año vine al Reino Unido y lo primero que me vino a la mente al llegar al número 77 de Lottie Road para instalarme fue la pregunta ¿cómo será este año? Una puerta que no conocía de mí se volvió la silenciosa compañera durante este tiempo que sin duda me ha dado las experiencias más intensas de la vida. Hubo días buenos y otros no tanto; afortunadamente puedo decir que sobraron los primeros. Este fue mi hogar durante un año. Me iba a poner de nostálgico, pero ahora entiendo que lo único que extrañaré con ahínco será el enorme roble que ya no se deshojará en este otoño frente a mi ventana…




Monday, September 17, 2007

Nuestro doloroso tercer mundo

El viernes 7 de septiembre mi amiga Rachel Jackson, que trabaja como intern para una ONG en Freetown, Sierra Leona, envió un correo que sólo pude calificar como un ejemplo de lo doloroso que puede ser nuestro tercer mundo. Rachel vive cerca de un terreno poblado por unas cien casas de cartón y madera, donde la gente se ve obligada a cocinar con leña o generadores de keroseno. Cerca de las 9 de la noche del jueves una mujer que cocinaba en uno de estos generadores tropezó o cometió un error con una de sus mangueras, provocando una explosión. En cuestión de minutos decenas de casas comenzaron a incendiarse. Entre la locura de la gente que corría para salvar sus pertenencias y a los suyos mi amiga Rachel encontró a la mujer del accidente en el suelo, con quemaduras que habían hecho desaparecer el color negro de su piel, desnuda y semi inconsciente. A su lado estaba su hijo, Bassay, con las piernas quemadas también, yaciendo en el suelo entre el espanto del dolor y la psicosis de la tragedia. Tomaron un taxi hasta el hospital más cercano a 45 minutos. Cuando llegaron tuvieron que esperar tres horas hasta que alguien los pudiera ayudar. Los heridos eran tantos que fue imposible lavar el instrumental, si entre ellos había un enfermo de sida, la tragedia sería doble. Rachel narra en su correo la impotencia, la lentitud y la indiferencia con que el tercer mundo se trata a sí mismo, cómo en el desesperado trayecto del taxi se encontró con una comitiva de Mercedes Benz blindados donde viajaban a salvo, los funcionarios del gobierno local. Cada uno de esos coches vale lo mismo que un pequeño hospital. Finalmente nacida en Inglaterra, Rachel se lamenta: “en el lugar de donde vengo esto nunca hubiera pasado”, tristemente es cierto.

El viernes 14 de septiembre, en otro continente y otra ciudad –México, mi mamá regresaba del banco con el dinero de la nómina de nuestro negocio familiar. Cuando iba a bajarse del carro dos hombres abrieron las puertas del coche, sometieron en el suelo a su acompañante y le apuntaron en la cabeza a mi mamá. “Dame la bolsa o te vas” le advirtió el asaltante. Absurda y valientemente ella se negó a entregar el trabajo de todas las personas que trabajan con ella, el hombre la aventó contra el carro, le arrebató la bolsa y salió corriendo. Mientras todo esto pasaba uno de los trabajadores se dio cuenta del robo y alertó a los demás, pronto los ladrones eran perseguidos por varios obreros y comenzaron a disparar. A uno de ellos le dieron tres veces, en el estómago y los brazos. En el paroxismo del absurdo y la buena fortuna las balas fueron de salva por lo que no hay una vida que lamentar.

Ninguna de las dos tragedias tiene punto de comparación; las dos, desde la perspectiva de sus realidades denotan el amargo mundo al que tristemente estamos acostumbrados. En México nadie fue a dar al hospital, pero una empresa que se mantiene en pie contra viento y marea ahora debe afrontar esto. ¿Cuántos empleos se perderán por la violencia? ¿Cuanta gente seguirá llegando a su casa sin sueldo por la inseguridad? Las dos tragedias se pudieron prevenir, las dos no existirían si la sociedad y sus responsables tuvieran una organización eficiente. Sin embargo, la terrible coincidencia entre las dos realidades es la indiferencia y la estupidez de los que controlan el poder, en el remoto Freetown los reconciliadores de la guerra civil que ahora saquean a su gobierno; en México los partidos, sus políticos imbéciles y su incapacidad para entender las prioridades del país. Por supuesto que me duele y me quejo, porque en el lugar en que ahora vivo, eso no pasa, o las estructuras mismas de la sociedad lo evitan en la medida de lo posible. Finalmente desde aquí sólo me queda la indignación y la solidaridad con lo que en este momento ya están superando una más de nuestras comunes adversidades.

Tuesday, September 04, 2007

Breve historia de una dissertation

He pasado el último mes enredado, feliz, confundido, iluminado, radiante y deprimido tratando de escribir con claridad y de acuerdo a los estándares académicos ingleses lo que vi en Tailandia. Así que después de tantos días buscando fuentes, escuchando entrevistas y revisando el material colectado no me queda sino escribir un poco del tema de una tesis que por el momento se titula "Cámaras para el desarrollo: fotografía participativa y su impacto en el bienestar psicológico, de empoderamiento y voz, entre las víctimas del tsunami asiático". Título largo y enredado, así que diré algo más acerca del tema:

InSIGHT OUT! es un proyecto de desarrollo alternativo que
da talleres de fotografía a niños de comunidades afectadas por la pobreza en la provincia de Phang-Nga, Tailandia. En esta zona además del tsunami se padece la tradicional desigualdad económica de tercer mundo, un incipiente conflicto étnico entre musulmanes y budistas, y la incontenible migración de burmeses que escapan del régimen represor de su país. Nada más. A través de la fotografía los niños pueden expresar la ansiedad generada en una zona que navega entre la tensión social y la represión. Las fotos no sólo sirven para divertir, sino para aprender a mirar el mundo de otra forma, analizar los problemas de las comunidades, entender dónde están las historias. En los talleres conviven niños de todos los orígenes, allí nadie es juzgado por su religión o su pasaporte, los lazos de amistad más genuinos y las bases de la tolerancia para el futuro surgen de la convivencia entre pequeños fotógrafos. La calidad de los talleres ha sido extraordinaria, las fotos han llegado a medios locales y mundiales incluyendo BBC y CNN. Win Maw, una niña de 11 años, burmesa, logró el primer lugar en el concurso de fotografía de National Geographic Asia. El sólo hecho de ver sus fotos impresas y colgadas a la vista de la comunidad incrementa la confianza en un potencial que se muestra a través de imágenes. Se puede seguir escribiendo, yo llevo 7,000 palabras y seguiré, pero nada describe mejor lo que allí sucede que las imágenes de los propios niños, que demuestran (aludiendo a una bella cita de Paulo Freire) que ni la pobreza, ni los conflictos, ni la exclusión son suficientes para terminar con la esperanza en un mundo en el que sea más fácil amar .



Todos las fotos fueron tomadas por niños entre los 9 y los 13 años.


Fotógrafo: Watcharin Tansakul


Fotógrafo:Yusnidar

Fotógrafo:Eka

Fotógrafo: Mellysa

Fotógrafo:Myo Min Naing

Fotógrafo: Nita Fitriani

Fotógrafo:Prinya Varak

Fotógrafo: Win Win Maw (Foto ganadora de National Geographic Asia)