Wednesday, December 03, 2008

Hoy, con Londres a 2 grados

Hoy tengo muchas, muchísimas ganas de volver.

De mirar otra ciudad, más poblada, miles de veces más caótica, con otros ritmos y otros pasos, con olor a fritangas y noches con puestos de comida en las puertas de las casas, con sus avenidas saturadas por un tráfico obsceno, con sus contrastes y la humillación de todos sus contrastes. Esa ciudad en la que todo es posible, desde la transparencia insólita en la que se observa el amor de dos volcanes o una mañana gris en las que los pájaros mueren en el vuelo, intoxicados. De mi ciudad, la que conoce mis pasos, la que me ha visto ser tan feliz tantas veces, tropezar de la borrachera, la que me enseñó a leer, a tener amigos, a manejar, a desarrollar olfato ante el peligro. Esa ciudad hostil y cálida, que con sólo abrir la puerta puede significar riesgo o la perdición de unos ojos hermosísimos, oscuros, hondos.

Y lo mejor es que hoy Londres y su invierno no me pesan, porque en horas, unas cuantas horas habré regresado. Como en una canción, cuento las horas y me muero por volver...

Sunday, November 16, 2008

Londres sobre (dos) ruedas

He olvidado cuándo aprendí a andar en bicicleta, más bien, cuándo me enseñaron, pero desde entonces disfruté como cualquier niño pedalear y sentir esa libertad que sólo se siente en velocidades no permitidas a los peatones. En ese tiempo las dos ruedas de mi bicicleta me llevaron por el mandado, a la lejana papelería “Coti”, al parque Tezozómoc, al Naucalli y a las calles que normalmente no atravesaba caminando. Porque la bicicleta permite conocer un mundo muy distinto del de a pie, más rápido y momentáneo, pero más numeroso e intrépido, porque uno se puede permitir curiosear por lugares que parecen amenazadores, o solitarios, o simplemente desconocidos. Pero a mis 12 años mi historia personal con el ciclismo terminó de manera abrupta. Fui asaltado y despojado de mi bicicleta de montaña para la que ahorré meses. No volví a comprar una ni volví a pedalear por mucho años. Regresé al tranquilo compás de mis pasos, y la vida me llevó a descubrir lugares donde no se puede pedalear (al menos fácilmente), como el centro, sus callejones, sus cantinas y demasiadas partes de la ciudad de México que recorrí a pie, en el metro, en auto. Más de diez años después de la trágica tarde del asalto, regresaba de trabajar y en un impulso que nada pudo detener me compré otra bicicleta. Poco después dejé mi país, la vida que tenía y la bici, que se quedó empolvándose. En Birmingham la universidad me quedaba demasiado cerca y en Londres llegar al trabajo sólo requería una corta caminata, así que me olvidé de los vehículos de dos ruedas. Pero hace un mes, mi amigo Maximiliano, después de un largo desempleo encontró un internship en Bruselas y tuvo que mudarse en una semana, dejando en Londres su preciadísimo medio de transporte. La oferta, aunada a la reciente mudanza y el prospecto de pagar muchas libras de transporte al mes, me hicieron decidirme y compré el vehículo de mi amigo polaco. Así que un lunes Maximiliano se apareció frente a mi trabajo y me entregó casi con lágrimas la bicicleta, el casco, las luces, la mochila del rack, el imprescindible candado y desapareció entre la multitud de Brixton rumbo a su empleo belga. Esa tarde, todavía un poco perplejo y tras una batalla para encontrar la combinación del candado, me subí, sin experiencia en estas calles y me dirigí a la casa.

Como lo imaginé, Londres es otro sobre dos ruedas. En ese primer ensayo avancé sobre Brixton road hasta Kenington, y allí me planté detrás de una ciclista que llevaba buen ritmo y la misma dirección. Jadeando a ratos por la falta de ejercicio, alerta ante cualquier coche que se acercara, llegué a la glorieta de Elephant & Castle y de allí dejé la seguridad del carril de los buses (sólo permite buses y bicicletas de 7am a 7pm) para adentrarme a New Kent Road y pelear literalmente por un espacio para transitar con los coches y los demás ciclistas. Llegué exhausto y feliz. La vista de la ciudad, la libertad, el ejercicio, en fin, Londres con otros ojos. Ya después entré a la página de tfl y obtuve una ruta para llegar a mi trabajo, alejada de las avenidas principales y que ahora es mi camino diario. Con el tiempo, he ganado condición para pedalear media hora de ida y media de regreso con viento, lluvia o frío congelante y sin haberlo planeado ingresé a la tribu urbana de los ciclistas londoners, que incluso después de un despiadado reto de velocidad, tienen la amabilidad de sonreír o despedirse cuando llega la hora de pedalear por diferentes caminos.

Sunday, November 02, 2008

¿Será?



Fui con Daniela al Highgate Cementery, en Camdem, donde está enterrado Carlos Marx y constatamos que cada día más personas van a dejarle flores y a pedirle que resucite y se coma a los capitalistas...

Desconozco si se les hará el milagro, pero el viernes afuera de Euston me encontré este póster, por lo que me temo que con el pretexto de halloween, Marx resucitó y de nuevo está entre nosotros. Por supuesto que iremos al Socialism2008, cámara en en mano buscando señores barbones que despotriquen contra la burguesía...

Monday, October 27, 2008

Tiempos difíciles

Después de años de esplendor económico, Londres despertó a la realidad de los bolsillos rotos de la crisis mundial. Desde que llegué a la ciudad se hablaba de problemas en el sector hipotecario, las casas, por primera vez desde la segunda guerra mundial, bajaban de precio. Hace tres semanas, el pánico financiero sacudió a Londres de su poder de compra de ensueños, que lo mismo daba para que el inglés promedio fuera una vez al año de vacaciones a Dubai o comprara una casa de verano en Portugal. El día que quebró Lehman Brothers, salía de una conferencia en la Fundación para el Comercio Justo, afuera de la estación Holborn del metro, la gente se arrancaba de las manos el London Lite, o el Metro, los periódicos que regalan por la tarde afuera de todas las estaciones. Los encabezados, como siempre, explotaban en adjetivos catastróficos y la gente sólo hablaba de los 700 despedidos aquel día por la quiebra del banco americano. Ya de regreso, mi compañera Juliet, me decía que lo que más le asustaba, era pensar que no podría disfrutar lo que vivió la generación de los noventas, la estabilidad económica, la fortaleza de la libra frente a cualquier otra moneda, la tranquilidad de encontrar un buen empleo después de salir de la universidad. Han pasado muchos días desde aquel primer día negro para los mercados y aún así, los londinenses no dejan de correr y tomar los periódicos después del trabajo, o abrir frenéticamente las noticias en Internet, como si esperaran que de un momento a otro, las noticias los trajeran de nuevo a esa realidad que resultó no ser tangible.


A pesar de todo, la crisis no se ha sentido como tal en las vidas ordinarias, al menos eso pensaba yo. La comida no ha subido espectacularmente, el transporte cuesta lo mismo, la cerveza se sirve igual. Pero mis concepciones cambiaron cuando fui a cortarme el cabello por recomendación de Iván y Daniela a la peluquería de Gloria, en el corazón del barrio latino-africano-árabe de Elephant & Castle. Era sábado y Gloria no estaba allí, pero estaba su suplente, Marta, que también vino de Bolivia en busca de los empleos ansiados por lo migrantes. Marta es morena, de un cabello chino obstinado y una amabilidad ilimitada, mientras me cortaba el cabello me preguntó de dónde era y si me gustaba Londres. Como la mayoría, opina que no hay lugar como su propio país, pero sabe que en Cochambamba no ganaría ni una décima parte de lo que gana aquí cortando el cabello. Lo sorprendente es que el oficio de estilista no es su principal ocupación, de lunes a viernes trabaja haciendo la limpieza en diferentes casas, y los fines de semana trabaja de peluquera, con un ritmo de trabajo frenético que no le da un solo instante para descansar, ni caminar al lado del Támesis o siquiera levantarse tarde en una miserable mañana de lluvia. Descansar no es una opción cuando se tienen tres hijos al otro lado del planeta, viviendo con la abuelita, me dice. Cuando la plática toca el tema de la crisis, Marta dice estar muy preocupada, sobre todo porque la crisis implica más restricciones para los migrantes, ¿tienes visa? me pregunta, a lo que respondo que sí, que vine a estudiar y tengo una visa de trabajo. Ahhh, como todos los de Colombia, que dicen venir a estudiar inglés y se quedan… “Lo mejor es que tengas cuidado, la semana pasada hubieron redadas aquí mismo, en este barrio donde nos sentíamos seguros” me dice. Le respondo que si en febrero por alguna causa no puedo renovar mi visa, regresaré a México, pero Marta tiene respuesta a todas las problemáticas migrantes y categóricamente me dice, que no, que me quede hasta que me deporten, como le hace toda su gente, “Así por lo menos sigues ganando dinero”. Llega la hora de despedirnos, le doy las gracias y antes de salir me pregunta si me gusta Cantinflas, “a mí me dieron ganas de ir a México porque desde niña me gustaron todas sus películas…”. Pago las 9 libras por mi corte de cabello, Marta se queda en la peluquería, con sus jornadas de trabajo interminables; la crisis seguramente me afectará de alguna manera, pero soy muy afortunado por no tener que preocuparme de las políticas antiinmigrantes, de esas faenas de trabajo que quizá no aguantaría. Y claro, entiendo que cuando el rigor económico azote la ciudad, los ingleses se quejarán amargamente de las vacaciones canceladas, mientras muy cerca, en la misma ciudad, otras gentes, deberán salir de su casa esperando no ser deportadas ese día.

Sunday, October 12, 2008

Housespotting

La estabilidad de la vida moderna se basa en el sedentarismo, entre el Homo neanderthalensis y el Homo sapiens sapiens existe además de un abismo de tiempo la distancia que hay entre vagar recolectando fruta y asentarse con la consigna de pagar renta o hipoteca. A mí, después de 25 de habitar en el mismo lugar, de conocer hasta en sus más íntimos rincones la casa donde prácticamente nací, me tocó la suerte de mudarme de país y después de ciudad hasta llegar a Londres. Fue así como el polvo de la costumbre y el hábito de un espacio se sacudió por un delirante periodo de seis meses en el que he tenido tres mudanzas, un récord personal de nomadismo urbano cada dos lunas. Semejante experiencia ha sido agotadora, intensa, a veces angustiosa pero también divertida y por demás extraña. En seis meses hemos tenido housemates de Australia, Uganda y España, nos ha despertado el sobresalto de una pelea conyugal entre nuestros vecinos que terminó en golpes, alaridos, amenazas con llamar a la policía y un final feliz para los que practicaban el amor apache. En los cambios hemos movido maletas en tren, en bus, bajo la lluvia, en la camioneta de un africano que no pronunciaba una palabra ni en el más tormentoso tráfico de un medio día de verano. La pluralidad de viviendas para tan pocos días ha sido grata, siempre se hacen nuevos amigos, se conocen barrios, se desmienten rumores. Para buena parte de los londinenses, Brixton significa pandillas, venta de drogas y la posibilidad de un crimen. Después de vivir allí se entiende que las pandillas y los dealers resultan apenas un tono en el mosaico de su diversidad inconcebible, su mercado que habla 36 lenguas, sus puestos de comida de cuatro continentes, sus negros elegantísimos que salen los domingos cantar en las iglesias gospel, sus sonidos a reaggae y sus olores a especias desconocidas.

Pero sin duda la parte más compleja de esta etapa nómada fue la búsqueda de un lugar donde vivir. Londres, una de las capitales financieras mundiales, es una selva donde compradores, dueños y agencias se disputan hasta el último centavo en comisiones, rentas, depósitos, hipotecas y cualquier forma de obtener ganancias económicas. Dado que acordamos compartir un piso con Iván y Karol, debíamos ajustarnos a los requerimientos de ubicación y precio de los cuatro, lo que hizo aún más compleja la búsqueda. Con el tiempo en contra, iniciamos una búsqueda en agencias, páginas de internet y anuncios en la calle que no daba tregua ni descanso. Salíamos de trabajar y teníamos citas con agentes, despertábamos el sábado y debíamos ver tres o cuatro lugares, nos llegaban mails, textos por celular, llamadas de landlords. Conocimos lugares deprimentes, espectaculares, ubicadísimos, peligrosos, amplios y amontonados. Los agentes inmobiliarios de Londres nos hacían ofertas, explicaban términos, maquillaban cifras desmesuradas llamándolas obligaciones y usaban indiscriminadamente la palabra lovely (encantador) para calificar desde palacios o chozas. La búsqueda fue extenuante y cuando por fin, después de encontrar un lugar, de negociar tarifas, depósitos, seguros y todo lo que implica un cambio, desperté al primer sábado de tranquilidad sedentaria y me hallé extrañando salir a buscar casa. Fue así como descubrí el housespotting, deporte inglés que consiste en conocer los laberintos del mercado inmobiliario de la misma manera en que alguien que practica el trainspotting conoce las complicadas rutas y horarios de los trenes como una absurda forma de matar el tiempo. Afortunadamente para mi salud mental me abstuve de responder a las llamadas de las agencias, a los emails invitándome a ver una magnífica propiedad que el agente estaba orgulloso de mostrar, ni a los textos que describían el lugar donde yo viviría en el más feliz sedentarismo. Hoy, a casi tres semanas de mi última mudanza, me pregunto cómo será la siguiente mudanza, más por morbo que por curiosidad, pero me queda la certeza que cuando llegue la ocasión, conviviré con la jauría inmobiliaria con la felicidad con que los retirados se sientan, cronómetro en mano, en las polvosas estaciones para medir la puntualidad inglesa de sus trenes.

Saturday, October 04, 2008

Mientras tanto, en el palacio nacional...

de un país con un gobierno fuerte y con sólida autoridad y legitimidad...


Sunday, September 21, 2008

Las pictas del Thames-Festival

Después de un verano de temperaturas casi decentes, de días de sol, de festivales, buena música, cerveza y hamburguesas, después de volver a sentir calor, de disfrutar la vista con las londineses que aman los vestidos breves, después del verano, un festival para decir adiós. Y qué mejor que junto al Támesis y para cerrar la luz de la pirotecnia.









Saturday, September 06, 2008

La inseguridad

Ayer en una pausa del lunch, mientras leía tranquilamente las traginoticias en el universal, me preguntó mi jefe qué pasaba en México con los secuestros y las marchas contra los secuestros y los descabezados en Yucatán y los baleados en Chihuahua y ésa que es ahora la violenta realidad de mi país. También me dijo que hubo una marcha en Londres el pasado sábado frente a la embajada mexicana en solidaridad con los que marcharon vestidos de blanco y veladora en mano exigiendo que cese el crimen. Después de un buen rato de plática me preguntó si yo hubiera ido a la marcha y le contesté con un rotundo: NO. La siguiente pregunta fue obvia: ¿Por qué no apoyar una marcha que defiende un fin tan loable como el derecho a salir a la calle sin el temor a ser asaltado/secuestrado/violado o todo al mismo tiempo?

Simplemente porque la marcha del sábado pasado carece de dos puntos fundamentales, primero ataque a las causas de la inseguridad, segundo, la mención explícita de quiénes deben renunciar si “no pueden”. Independientemente que la causa ciudadana sea más que justa y que el mal sea padecido por todos los niveles sociales, la marcha tuvo la tibia convicción ideológica de la clase media, ésa que sueña con u nivel de vida que no puede adquirir y que políticamente se comporta como la clase alta: derechista, conservadora y profundamente ignorante. La causa de la inseguridad está anclada en la injusticia social, la ofensiva distribución de la pobreza y la corrupción que genera un sistema social donde 10 millones controlan el dinero en un país de 100 millones. Más allá de que el secuestro y el crimen organizado sean negocios de profesionales, sus bases se nutren de toda la gente joven que no tendrá la oportunidad de un sueldo decente a menos que sea pariente o amigo de alguien en el poder. El segundo punto débil de la marcha fue también su falta de señalamiento, quien debe renunciar en un plazo definido si la situación no mejora es Felipe Calderón, finalmente él es el máximo responsable del país, o al menos en teoría. Pero la marcha no lo podría mencionar, porque sus organizadores y buena parte de participantes son precisamente los que votaron por alguien que desde su campaña promovió la división del país. Pedir la renuncia del presidente sería un ominoso acto de autocrítica para la sociedad mexicana. Otras cosas se pidieron, absurdas también, como la pena de muerte, que nada soluciona y peor en un sistema basado en la corrupción, y se omitieron otros crímenes que pagamos todos, como los desastres financieros y rescates bancarios, que terminan siendo negocio de otro tipo de secuestradores. En fin, una marcha tibia que no solucionará nada porque no pidió nada concreto.

Nada tiene que ver, le dije a Tom, pero en Londres han habido 50 asesinados este año por arma blanca y la gente ha levantado tal escándalo que el gobierno de la ciudad ha tenido que entregar resultados concretos, como tal situación es sólo en esta ciudad está más que claro quién podría caer de las bondades del poder. Por lo pronto acaban de lanzar un mapa en internet con registros calle por calle sobre cuántos crímenes se cometen por mes. Al verlo me di cuenta que en la calle donde vivíamos antes hubieron 7 crímenes el mes pasado y la zona está clasificada como peligrosa. Ahora vivimos en una zona considerada “promedio” ¿Servirá de algo saberlo?

Friday, August 29, 2008

Perdiéndonos el camino

Comencé a escribir este blog para tener alguna forma de comunicación con la gente y el mundo que dejé atrás cuando vine a vivir a Inglaterra. Este mes cumpliré dos años sin haber regresado y con la condición permanente de extranjero en un país en que lo diferente no resulta extraño, más bien es el lugar común. Ser inmigrante en Inglaterra tiene demasiados significados. Caminando por las calles de Londres uno puede encontrar desde yuppies árabes que vienen a gastar un mínimo de la fortuna petrolera, hindús, pakistaníes y bangladeshis cuyas familias fueron víctimas o beneficiarios del sistema colonial, españoles que tratan de aprender inglés, polacos que buscan un futuro para regresar a sus tierras heladas, africanos que escaparon del hambre, o la guerra, o la combinación de todas las desgracias, latinos que quieren evadir la pobreza y todas las nacionalidades imaginables. Todas las mañanas, mientros camino por Brixton Hill para llegar al trabajo me cruzo con idiomas de todos los continentes, todos con historias detrás, con familias que se quedaron lejos, con un montón de sueños y desilusiones porque el primer mundo no es tan incluyente y a veces más racista de lo que debería ser. Y a todo eso no dejo de preguntarme dónde quedo yo. Espero no sonar a crisis existencial, preferiría pensarlo como filosofía de banqueta, porque finalmente las dudas se me terminan cuando llego al trabajo y comienza la pelea para que el comercio justo eche más raíces entre la conciencia del consumo desmedido de este país. Pero vuelvo a dejar las preocupaciones, los reportes, los mails y al caminar de regreso hacia el corazón de este barrio migrante vuelvo a preguntarme si la mía, entre todas estas historias, significa o significará algo. A veces me resulta difícil estar lejos, a veces como este viernes por la noche pesa un poquito más la nostalgia y quisiera que todo pudiera tener una pausa y la lejanía no fuera tan grande como para seguir sin saber nada de mucha gente que me importa. Karla me ecribió hace poco que nos estábamos perdiendo en el camino y es cierto, pero perderse quizá sea la única manera de encontrar algo, o al menos es un método para buscarlo. Entonces entiendo un poco más de mi condición y mientras camino al lado de tantos extranjeros comprendo que ésa, es precisamente mi nueva identidad.

Y todo esto me hizo recordar el cuento más corto de la lengua española (hasta el momento) de Luis Felipe G. Lomelí. Definitivamente una gran historia dentro de tan pocas palabras, léanlo:


El Emigrante

-¿Olvida usted algo?
-Ojalá

Wednesday, August 20, 2008

Las intermitencias de la vida

El sábado pasado estaba en el messenger cuando recibí la noticia de que mi tío-primo Jesús Ugalde, Chuchín, había muerto.

No lo creí ni lo entendí en un primer momento y aún después de varios días mi mente no alcanza a comprender que no volveremos a hablar. Aunque hace un tiempo considerable que dejamos de ser cercanos, hubo una época en que su presencia definió una de las decisiones más importantes que alguien puede tomar: elegir un equipo de fútbol al que le iría para siempre. Su pasión por el Atlante y la mítica visión del estadio Azulgrana desbocádose al ritmo de miles de pies brincando, me ayudaron a entender que a un equipo no se le sigue por sus triunfos, sino por un sentimiento abnegación y resistencia infinita. Y qué mejor ejemplo que las penurias del Atlante para probar esa disposición de un fanático a sufrir. Fuimos varias veces al estadio y seguí al equipo por su descenso la gloria del título en el 92 hasta que la vida misma me alejó del fútbol y sólo me quedó el membrete de atlantista de por vida.


Sé que además de la pasión por el fútbol, Chuchín seguía las corridas de toros, amaba los mambos de Pérez Prado y el Merengue. Pero lo que más le admiré fue su increíble capacidad para platicar y su memoria, que captó todos los detalles de un tiempo en el que yo aún no nacía y pude conocer en parte gracias a su inverosímil memoria de elefante. Poco antes de irme de México nos vimos en una cantina y platicamos por horas de ese pasado fabuloso del que recordaba detalles ínfimos y del presente que siempre parece más complicado. Hace tres semanas me escribió y me dijo que si dejaba su empleo vendría a Inglaterra por seguro.

El sábado, a su cuarenta y tantos años, la vida tuvo una de esas intermitencias que aún no eran necesarias. Él era una de esas personas con las que uno siempre quiere platicar en cualquier evento social, sea el que sea, por eso no me imaginaba cómo sería su velorio. Me dicen que le cantaron sus canciones favoritas, entre ellas “En mi viejo San Juan” y que su féretro llevó la bandera y su camiseta del Atlante. Sé que algunas veces leía este blog, desde donde quiera que esté, ojalá el azul de cielo sea tan nítido como para ver los estadios desde la altura y para que lea estas palabras que no pude decirle.

Wednesday, July 30, 2008

Dos meses sin internet

La cotidiana existencia consumista nos vuelve esclavos de los objetos más inútiles e irrelevantes. Siempre he creído que las avanzadas técnicas de los mercadólogos, que cimbran las bases de nuestra personalidad con trucos Freudianos, y la invasión de chácharas chinas y taiwanesas a precios ridículos, hacen que nuestro consumidor interior enloquezca y adquiera objetos absurdos, chunches tan útiles como los zapatos a prueba de chicles o los tamagochis que morían irremediablemente en un descuido de sus cuidadores humanos. En un intento de “proteger” lo que hemos comprado (y evitar nuevas compras) hemos creado una monstruosa industria que vende fundas y protecciones, todo lo que esté a la mano merece ser guardado, un ipod, el celular, la computadora, los lápices y así hasta llegar a la esquizofrenia de las fundas para sillones, caballos o coches. Si algún día se inventan, seguramente habrán compradores que busquen proteger las paredes de ladrillo bajo la confiable textura del plástico transparente. La lista de objetos que no necesitamos quizá nunca sea terminada (mientras escribo estas líneas se deben estar inventando nuevos objetos inservibles) y tiene tan graves implicaciones que, según los ecologitos, su producción es en buena medida responsable de que los esquimales del futuro construyan sus hogares con hojas de palmera tropical en vez de cubos de hielo.

Pero hay otro tipo de necesidades creadas, intangibles e igual de apremiantes: el celular e internet. Decir hasta qué grado son inútiles o vitales llenaría páginas con opiniones encontradas; mi tía Ana, por ejemplo, afirma que los celulares son la última amenaza a la privacidad, por eso, para defender su libertad ante el yugo de telcel, apaga su teléfono al azar y para nuestro desquicio cuando urge localizarla. En casi dos años de vivir en el Reino Unido prácticamente no había tenido problemas con celulares o acceso a la red, en la antigua casa de Birmingham una vez se descompuso el wireless y por primera vez todos los habitantes nos unimos, propusimos soluciones armónicas y miramos desconsolados las luces del aparatito que parpadeaban como un árbol de navidad en agonía de colores. Dos o tres días bastaron para que cayéramos en la desesperación y renegáramos del sentido de la vida sin el acceso a la red. Claro, el destino me tenía deparado el castigo de Londres. Al firmar el contrato de la casa, la dueña aseguró “hay una línea y hay internet, pero eso ustedes deben checarlo, no viene en el contrato porque es algo externo”, lo que en realidad quiso decir fue: no hay internet ni línea telefónica, si quieren, deberán solicitar el contrato mínimo de 18 meses con BT, esperar semanas a la reconección, pagar por la instalación, pagar por internet, yo no lo instalaré nada porque no lo puse en el contrato... Como no es probable que vivamos 18 meses en esa casa, no tiene sentido contratar todo eso. De entre la desgracia pareció surgir una esperanza, más bien, flotar: las ondas gratuitas de una red abierta aparecieron junto a la ventana y tuvimos acceso a la red, ilegalmente, claro. No sé hasta qué punto sea moralmente incorrecto usar una red que no tiene una contraseña de seguridad, no fui y me colgué de ningún cable, ni entré a una casa para robar la clave, la señal llegó a mi ventana y yo di click en “connect”. Todo habría tenido un final feliz a no ser porque la señal gratuita cambiaba de intensidad con el patrón del clima inglés, media hora bien, tres horas muerta, diez minutos excelente, luego otra vez nada. Así que literalmente la tuve que seguir, como cuando absurdamente levantamos el celular en busca de señal, así movía la computadora del escritorio a la alfombra, del balcón a la cama. Finalmente un día la señal “gratuita” se apagó para siempre, sin un rastro, ni un minuto siquiera para revisar los mails. Estaba en un país extraño, en un barrio extraño, lejos y sin manera de comunicarme con el mundo exterior.


Y no pasó nada. Al contrario, después de unos días y a pesar de la ansiedad (similar a la que se siente al dejar de fumar), la vida siguió. Para suplir la necesidad de comunicación bastaba una hora a la semana en el café internet musulmán de Brixton Hill (1 libra = una hora), y de paso ver el mail, facebook y hasta rápido el periódico. Como si de una rehabilitación milagrosa se tratara, la falta de internet provocó que olvidara muchas veces la computadora, atrás fueron quedando las horas perdidas, el tiempo que desaparecía entre los blogs, las noticias, el youtube y todos los laberintos que hacen que una hora de internet rinda como si fueran cinco minutos. La verdad es que ese tiempo tampoco lo he usado para fines benéficos a la humanidad, pero lo cierto es que con la computadora apagada se terminó esa plática mecánica y pasmada del que trata de concentrarse en dos cosas a la vez, las respuestas monosílabas de alguien que está más interesado por conocer el clima de Afganistán que en las aventuras cotidianas del que duerme al lado.

Hoy que han pasado dos meses sin internet puedo asegurar que la vida es miserable sin red. La necesitamos para encontrar una nueva casa que sí tenga internet, para buscar empleos, escuelas, cursos, para ver qué diablos sucede en la ciudad, cuanto cuestan los festivales, a qué hora son los toquines, para hablar con los amigos, para saber qué diablos sucede en el planeta, para sentir la felicidad absurda de estar conectados con el mundo y de pertenecer a una red que de alguna manera nos otorga un lugar por el simple hecho de dotarnos de una dirección IP. Hasta las pizzas las comprábamos por internet en el lejano Birmingham. No hay nada como la vida sencilla, las conversaciones en el balcón mientras el sol cae en el norte del Támesis. Pero tampoco hay como la opción de dejar el mundo atrás, encender la computadora y perderse entre información innecesaria mientras interrumpen las ventanas del messenger o se ven las últimas fotos en facebook, finalmente ese también es ahora el mundo.

Friday, July 11, 2008

El orgullo de la diferencia




Cuando el azar de la biología o el coraje de la voluntad provocan que alguien ame a los de su mismo sexo, una decisión, íntima, personal y secreta, se convierte también de cierta forma, en una lucha por ser libre y no dejarse regir por las reglas de un mundo creado y delineado por los aparentemente normales. Desde hace mucho admiro la causa gay y siempre me hace recordar una línea de Octavio Paz: como dos espejos enamorados de su semejanza. Y claro, la condición homosexual puede ser una tragedia y hasta un crimen en demasiados países. En Londres es más bien una celebración, el pretexto para un carnaval del tamaño de todo el Soho. Ese carnaval fue precisamente el sábado pasado. Qué mejor si el verano decide hacer su aparición y hay suficiente sol para que hasta los más tímidos del ropero aparezcan y celebren, porque el desfile se llama PRIDE! que en español es orgullo.

Una de la tarde en Marble Arch, todos los quedaron de verse afuera del metro se apretujan y chocan con los turistas, los emos y las señoras que vienen arrastrando sus carriolas y todas sus compras desde Oxford Street. Como suele sucederme me doy cuenta que Iván espera un poco más a l este, en Picadilly Circus, así que que nos veremos más adelante, sobre Regent Street, donde la marcha doblará para encaminarse hacia Trafalgar Square. La policía y la autoridad de tránsito han llenado los postes cercanos con letreros sobre los cierres y la hora en que se abrirán nuevamente las calles. De pronto, ya estamos junto al desfile, conforme se pierde la música electrónica llega la vibra de la batucada y el claxon de los camiones que avanzan lentísimos con sus decoraciones y sus globos. Pero no hay espacio para ver, la gente ha abarrotado los espacios junto a las vallas que permiten el paso de la marcha. Así que emprendemos el camino hacia la fuente de Eros, por Regent street, donde con suerte encontramos un lugar. Hasta ese momento comprendo la magnitud de la tolerancia y la libertad que existe en Inglaterra respecto a la homosexualidad. Encabezando el desfile va Boris Johnson, alcalde de Londres, seguido por los contingentes gays/lesbianas de la policía, el ejército y la marina. Nadie se esconde, los soldados saludan a la gente, los servidores públicos llevan pancartas, asociaciones de homosexuales en el transporte, en los servicios de salud, entre los más aplaudidos y más numerosos están los maestros, los bomberos y demás servicios de emergencia. Detrás e la oficialidad sigue la fiesta, las ong's acompañadas de batucada, los que luchan por la tolerancia, los que promueven el sexo seguro. También desfilan las empresas, Natwest, Lloyds, Barclays, Ford, al frente de British Airways dos aeromozas lesbianas sonríen y arrancan todos los suspiros de su belleza en uniforme. Conforme el desfile continúa pasan frente a nuestros ojos las drag queens, con sus sueños femeninos y sus disfraces de rumberas apocalípticas, caracterizadas con el copete de Amy Winehouse, semidesnudas, bailando, mandando besos, dejándose admirar y posando para cada cámara que las apunta; detrás de ellas, los sádicos y los masoquistas muestran en la calle sus cadenas, sus máscaras de cuero, sus cabezas rapadas y exhiben un poco ese laberinto de perversiones al que están atados. De pronto el ritmo de la música es conocido, Shakira y el reaggetón con la comunidad latina no desfilan, bailan y hacen bailar a los ingleses de las vallas, porque la diversidad también implica a todas las nacionalidades. Cuando encontramos a Iván y Karol, ya ha pasado casi todo el carnaval, seguimos hacia Trafalgar pero la fiesta y sus protagonistas se mueven al corazón gay de Soho en Old Compton Street. Allí todos los pubs y clubs están listos para la fiesta y en las calles hay cientos bebiendo y escuchando la música de los escenarios improvisados. Finalmente es el día para ondear la bandera del reino con fondo rosa, que importaron los ultracristianos que confrontaron a los pecadores mientras hablaban de Cristo con sus altavoces que parecieron no existir ante el sonido que puede causar una fiesta sobre la tolerancia. Ya casi de noche, cuando la masa se pierde entre los bares queda el rumor de los que han conocido a alguien, dos borrachas, guapas, se acercan y me piden que les tome una foto. ¿Donde va a aparecer? Me preguntan. –En México respondo. Mientras se alejan tomadas de la mano escucho que una le dice a la otra ¿Será legal ser gay allí? Solo puedo sonreír mientras me alejo también.












Sunday, July 06, 2008

Dos de julio ¿se olvidará?

Esta semana se cumplieron dos años de las elecciones de 2006 en México, donde la derecha y los sectores conservadores del país “derrotaron” a una izquierda que nunca se había visto tan unida ni quizá tan fuerte en la historia de nuestro país. Dos años después y a esta distancia sigo pensando cómo sería el país si el presidente “electo” fuera López Obrador y no el actual, que cada día se ve más insignificante y con menos cabello. Quizá no habrían muchas diferencias, en el desarrollo económico, finalmente seguimos y seguiremos siendo dependientes de la economía norteamericana; el narco seguiría fuera de control; la corrupción apareciendo en todas las esferas de la vida. Pero también pienso y creo que si la izquierda tuviera hoy el poder México estaría menos dividido y fragmentado por ese odio que el PAN se ha encargado de alimentar a través de los medios de comunicación. Esa intolerancia, ese desprecio a la gente que tiene una opinión igualmente válida y valiosa quizá sea la diferencia más radical; la derecha no ha sabido fomentar la unión, su mensaje es que el pueblo, los nacos, la perrada no saben ni se pueden gobernar. ¿Será cierto? Por supuesto que la izquierda no pretendería vender a Pemex con mentiras sobre alianzas y tesoros bajo el mar, no lo haría porque no tendría ningún favor que pagar a la clase dominante que es la que finalmente sostiene al gobierno actual. Me entristece pensar cómo una democracia prometedora se ha estancado, perseguida por su ancestral visión de los vencidos, de una sociedad donde por fuerza deben haber pocos beneficiados y una inmensa mayoría de jodidos. El lunes pasado mi amigo Zaheer nos invitó a un concierto por el día nacional de Canadá, en la plática Zaheer se lamentaba del gobierno militar de su país -Pakistán- y aseguraba que la democracia traería el desarrollo a millones de pobres en una nación donde conviven en una disparatada desigualdad 100 millones de pobres y un ejército con armas nucleares. En fin, le conté un poco del casi mexicano a Zaheer, si la democracia lo curara todo otra historia sería, obviamente Zaheer no se inmutó, “en ese caso ustedes eligieron mantener su desigualdad y sus estructuras de injusticia, pero al menos lo eligieron”. Nada más cierto.

Friday, June 27, 2008

Tuesday, June 10, 2008

Mudanzas y ciudades

Mudarse es una de las actividades más desgastantes y aburridas del mundo, sólo superada por una actividad: encontrar un hogar para meter las cosas de la mudanza. Si usted no conoce a fondo la nueva ciudad se añaden los riesgos de terminar pagando rentas elevadas, vivir en zonas peligrosas, mal comunicadas, o tener vecinos detestables. A veces a uno puede terminar sucediéndole un poco de todo eso, o ninguna, pero después de una mudanza que duró tres fines de semana acarreando todas las chucherías que se acumulan en dos años de vida en trenes, camiones y metros, me quedó la recompensa de una ciudad que hace olvidar casi todo con su locura. Agustín Yáñez escribió que la ciudad de México amanece ojerosa y pintada, en Londres apenas se adivina el amanecer, porque no hay calma, más bien un cambio de idioma, de color, de vestimenta para proseguir el torbellino de su diversidad humana. Basta una semana de vida para entender la magnitud de este Babel que a pesar de sus diferencias se las arregla para crear, vestir con toda su extravagancia, traducirse, sortear la lluvia deprimente y salir corriendo a disfrutar un fin de semana soleado en el parque más próximo. No he podido escribir para pena mía pero más por falta de internet que de intenciones. De todos modos aquí una pequeña muestra de las tres primeras semanas de Londres y lo que uno encuentra: cine al aire libre, un túnel que de súbito se vuelve una expo de graffiti detrás de Waterloo Station y la maravilla de mirar el London Bridge desde la calma del Támesis una noche.








Tuesday, May 27, 2008

Las tierras medias

Dicen que la primera impresión nunca se olvida. Esa es la causa fundamental que excluye a Birmingham de los destinos de viaje en el Reino Unido y con toda certeza, la razón por la que muchos la catalogan como una ciudad simplemente fea. En esa primera e irreversible impresión radica su debilidad: la estación de trenes de New Street, parece creada en la pesadilla de un arquitecto comunista, y la antigua base de autobuses en Dicbeth era -afortunadamente ya está en remodelación- simplemente tenebrosa. La belleza nunca es fácil y el encanto de un lugar normalmente está vedado a las cámaras de los turistas, por eso resulta difícil comprender a una ciudad que a ratos trata de olvidarse de sí misma, de su pasado de humo y de los grises restos de su revolución industrial. Describir qué la hace interesante resulta difícil también, es mucho más fácil quejarse de algunos edificios que literalmente parecen cajas de concreto -como la biblioteca central-, de su muy reducida vida cultural, del acento complicadísimo de los brumies, en fin.

Y es que después de un año y medio de habitarla entiendo que Birmingham no es un lugar para los que buscan la belleza rápida de las ciudades medievales o la inmediata riqueza cultural de lugares como Londres o Manchester. Birmingham más bien es un lugar que demanda tiempo para seguir a paso lento el recorrido de sus canales, desde Bournville hasta Five Ways, entre túneles y un silencio a prueba de impacientes. Para contrarrestar los efectos depresivos de su drásticas condiciones climáticas están sus muchos pubs, mis favoritos The Bell, the Bristol Pear, the Princess of Wales, the British Oak, the Hare and Hounds the Rainbow y por sobre todos, el Old Joint Stock enfrente de la catedral. Todos lugares para sentarse a leer, o a platicar o simplemente a escapar y mirar la lluvia detrás de una pinta de cerveza. Y para los días soleados quedan los parques que se esconden a la vuelta de la esquina de cualquier barrio, los jardines de la universidad y más al sur, las Likkie Hills, cuya vista inspiró a Tolken para escribir sobre las tierras medias en su libro El Señor de los Anillos.


La comida inglesa como tal es pobre, pero Birmingham dio la bienvenida a miles de migrantes de India, Pakistán y Bangladesh, a los pocos años ya existía el triángulo Balti, donde he comido el mejor curry de mi vida; aunque mentiría si negara que muchas veces terminamos visitando Big Johns a altas horas de la madrugada para terminar la noche con un fish and chips, un kebab o una rebanada de pizza con papas fritas. Pero la mejor cara de Birmingham, al menos para mí, es su tranquilidad de pueblo bicicletero en el primer mundo, donde ni el tren más lleno aspira a competir con los autobuses de Londres en horas pico, y claro, ese silencio nocturno al que uno termina por acostumbrarse a la hora de dormir. Ese es el Birmingham que me quedará en la memoria, una ciudad tranquila, aburrida a veces, llena de árboles y de canales, silenciosa y desierta los domingos por la tarde.


El último domingo en esa que fue mi ciudad apenas tuve tiempo de visitar un lugar preferido: aburrido, iluminado y solitario, nada como la biblioteca de la universidad en el campus de Selly Oak. Una ñoñada, por supuesto, pero a mí me gustaba demasiado ir alí y encontrarla absolutamente vacía, llena de luz y con la vista a los árboles desde sus ventanales enormes. Estaba cerrada, así que regresé y con prisa tomé el taxi a la estación de autobuses para mudarme definitivamente a Londres. En el camino me tocó el taxista más amable del mundo, un afgano que lleva 15 años viviendo allí, le conté que me iba y con todo el sentido de hermandad del mundo tomó la ruta panorámica para ver la universidad desde Bristol Road, el Cannon Hill Park y las calles del centro. Cuando llegamos a la estación pensé que la ciudad se despedía de mí con su mejor faceta, la amabilidad de su gente. Por supuesto que no fue así, el taxista me cobró el doble de lo normal. Ninguno de mis argumentos fue escuchado y el autobús se me iba. Pagué y dejé Birmingham, que seguirá peleando por ser considerada atractiva y amable.

Monday, May 12, 2008

Café Tacvba en Londres

Lo colectivo es la expresión máxima de la identidad, si somos muchos y tenemos algo en común, reafirmamos ese lazo que puede derribar barreras de género, lengua o clase social por el sólo hecho de compartir un gusto, una condición, un culto. Hace una semana, esa borrosa y múltiple colectividad que llamamos América Latina y en particular México, tomó por asalto el Barbican de Londres, el motivo, el concierto de la banda más famosa que haya alumbrado Ciudad Satélite: Café Tacuba.

Descubrí al Café una lejana noche de mis pubertos once años cuando escuché una canción que hablaba de un tal Carlos y su amor imposible por Mariana; mi hermana Lucy después me explicó que su letra delineaba la historia escrita por José Emilio Pacheco en su libro Las Batallas en el Desierto. A partir de entonces operó en mí ese proceso por el que uno se vuelve fan, es decir, conocedor de todas la letras, seguidor de giras, creyente y negador de cualquier crítica contra algo que uno considera propio; aunque tampoco caí en ese segmento de los fans-fundamentalistas que pueden vender un auto para ir a un concierto en primera fila. Los vi en condiciones tan extremas como el Zócalo o el Bulldog, o tan memorables como sus 15 años en el palacio de los rebotes.

Sin embargo verlos en el extranjero es radicalmente distinto. Ese sábado el Barbican no sólo fue tomado por un horda de fanáticos sino también por un ejército movido por la nostalgia hacia los chilaquiles y las enchiladas de mole, a los mojitos, al pisco, al mate. América Latina fue a escucharse, a sentirse y a encontrarse, más allá de la música, muchos fueron a a buscar ese ritual en que uno pertenece y es, libremente, en su propio idioma y con su alegría innata. Un pedacito de eso que algunos llaman cultura. El delirio de escucharnos en sus canciones duró dos horas, incluyendo la salida anticipada para provocar los coros de ¡otra otra! y una invitación a las asistentas para brincar al escenario y cantar y semi-secuestrar a Rubén el cantante.

Hacia la salida el sentimiento latino explotó con un grupo que tocaba cumbia en el enorme hall del Barbican y los que no tuvieron suficiente con el café siguieron en el éxtasis de la pertenencia bailando hasta las doce la noche. Después, en la salida, todos regresaríamos a Inglaterra, a pelearnos con el inglés y a ser otra vez como no somos, entre estos ingleses cuyas máximas emociones en un concierto son expresadas por medio de moderados aplausos. Y sí, al final sentí un poco el home sickness, sobre todo después de la última canción, dedicada a los que estamos por acá, voluntaria o involuntariamente, y que hemos dejado un país que a estas alturas aún nos espera: El cover de Como te extraño mi amor

Y aquí la canción, por buena vibra y sí, porque soy fansss...


Thursday, May 01, 2008

Cambios inesperados

Estaba por escribir un post todo intenso sobre lo que está pasando en México, si el petróleo va a servir para pagar los favores de la deprimente campaña electoral de Calderón, si López Obrador sigue representando a ese México que muchos se niegan a ver, si mi generación y todas las generaciones que vienen después de los ochentas permanecen sumergidas en un aletargamiento de indiferencia, cuando sonó mi celular. Y así, en tres frases, cambiaron los planes, la posibilidad de regresar, la incertidumbre sobre el futuro y todos los malviajes que generaban mi inminente desempleo en uno de los países más caros del mundo. El martes pasado me ofrecieron una chamba y sin más dije que sí, que puedo empezar la siguiente semana en Londres, no importa que no tenga un lugar para vivir, quería trabajar en desarrollo sustentable y por más de seis meses me aferré a la idea con toda mi necedad. Después de esa presión por estar exiliado de algo que quería hacer por fin terminó la espera, ahora quedan 5 días para cambiarme de ciudad, encontrar una casa y trabajar para una empresa que importa algodón basada en la política de Comercio Justo. Pronto escribiré más, ahora que no debo llenar aburridísimas aplicaciones y explicar los motivos por los que merezco una entrevista de trabajo habrá tiempo para fotos y por supuesto, para vivir Londres como es debido...

Thursday, April 24, 2008

La primavera

Finalmente y después de tanto esperarla, un día por fin llegó la primavera, hace un mes aproximadamente. Sin embargo el sol y los conejitos que caminan con sus parejas en los campos que reverdecen son una leyenda urbana, por lo menos aquí. Esto sucedió una semana después de que arribara nuestra deslucida y fría primavera.




Wednesday, April 16, 2008

El mundo a 2 megapixeles

Desde que llegó el nuevo celular con camara de 2 megapixeles incluida he ampliado mis horizontes fotográficos, o quizá los he reducido porque no tiene zoom y para que un edificio quepa en el plano hay que alejarse aproximadamente un kilómetro... Aún así y aunque nunca tendrá el encanto de la polaroid tan bien reflejado en este post, es interesante contar con una cámara ante cualquier situación inesperada...

El atardecer de los cables


...????


Estimulante vista desde mi escritorio

Saturday, April 12, 2008

Sunday, April 06, 2008

Blogs muy recomendados

La idea del blog surgió cuando vine a Reino Unido como una manera de estar en contacto con la gente que quedaría lejos y para documentar las aventuras de vivir en un país diferente. Me gustan los blogs como un medio alternativo de comunicación y me interesa mucho más su capacidad para mostrar historias que no son alteradas por la dirección editorial de ningún medio, es decir, periodismo ciudadano simple y directo. Esas historias han cambiado para siempre la manera de buscar información, ahora buscando entre blogs se pueden encontrar las experiencias de alguien que escribe desde el corazón acribillado de Bagdad y después encontrar los relatos de un blogger desde una capital del mundo como Londres y de allí saltar a la Ciudad de México y seguir saltando por todos los contrastes y múltiples realidades. Así, en mi lista de contactos leo a Angélica en su exilio temporal sudamericano, escribiendo desde Colombia, al hermano en la aventura del desarrollo desde Xalapa, a Iván y sus peripecias londinenses y así sigo saltando a Canadá y otra vez a Londres, al DF y de vuelta a Birmingham donde termino leyendo a quien comparte conmigo la vida. Y apenas descubrí que no había agregado a una mujer a quien leo muy seguido y en cuyas páginas se encuentra una reflexión llena de sensibilidad e inteligencia, pero además, ofrece la perspectiva de alguien que padece una condición física dolorosa y que finalmente me hace valorar más la fortuna de estar sano. Por esa precisa razón tiene un blog dedicado a la salud y otro gran blog llamado México por Descubrir. Así que recomiendo mucho el blog de Pucca, quien además me dedicó un post bien buena vibra (nunca me habían dedicado un post, muchas gracias!).

Y vale la pena también darse la vuelta por un blog que esta semana ha ganado el premio Ortega y Gasset de periodismo, al que le dicen el Pulitzer en español. Es el blog de Yoani Sánchez, Generación Y, que habla de la vida en La Habana, del sistema muchas veces inoperante y la vida tal cual es en Cuba. Hasta donde sé, un blog escrito contra viento y marea, enfrentado a restricciones, prohibiciones y controles de todo tipo. Periodismo ciudadano total, reconocido por los periodistas profesionales.

De vicios y placeres

Escribo paladeando el humo y el aroma a tabaco mientras fumo desde mi ventana. Para los que compartimos el insano vicio/placer de fumar, momentos así nos sumergen en un estado de satisfacción física, de relajamiento íntimo y cierta felicidad infantil. Quizá por eso la teoría Freudiana clasifica a los fumadores como psiques cuyo Yo necesita desahogar las angustias de la etapa psicológica oral. Pero más allá de los conflictos nacidos entre la voluntad y la salud, entre la conciencia y la esclavitud del vicio, fumar tabaco puede resultar -para algunos- una experiencia de lo más estimulante. Sólo los que fumamos entendemos el secreto placer de fumar mientras se escribe, de tener un cigarro mientras se bebe una cerveza o se comparte una plática deliciosa. Por mucho tiempo me rendí al tabaco negro de los Populares cubanos, al papel arroz dulce de los Faros o a la pesado humo de los Delicados, que si se fuman en la mañana sin haber desayunado obnubilan el razonamiento y marean. Sin embargo soy consciente de que cada bocanada de humo resta 5 minutos de vida y que junto con el placer ingresan a los pulmones cientos de sustancias mortales, y aunque lo disfruto, nunca recomendaría a nadie intentarlo, ni probar, pues toda adicción a la nicotina comienza con la curiosidad del primer intento. Por la misma razón abandonaré mi vicio próximamente, cuando se termine la última cajetilla de Marlboro traída desde Tenochtitlán.

Y todo esto vino a mi mente porque leí en varios periódicos de México el lío por la entrada en vigor de una ley que prohibe fumar en cualquier establecimiento cerrado del DF. Aquí en Inglaterra, los pubs, bares y restaurantes vieron apagarse sus últimos cigarros en Junio del año pasado. La medida generó protestas de fumadores y empresarios, pero el argumento a favor fue más sólido que cualquier idea a favor del vicio. La principal premisa fue el daño causado a los no fumadores (fumadores pasivos), especialmente a los trabajadores de establecimientos, meseros, cajeros, barmans y demás, que noche a noche por un tiempo prolongado inhalaban la carga de múltiples cigarros. La prohibición resultó incluso en el cierre de buena parte de los cafés shisha, lugares donde uno va a fumar la hooka árabe. Sin embargo la mayoría entendió lo razonable de la medida y la persistencia y tenacidad de los viciosos propició que muchos bares se inventaran pequeños espacios abiertos, mesas en la calle o en azoteas para los que seguimos aferrados al cigarro. Desde las oficinas y lugares de trabajo surgió una nueva palabra “Smirting”, mezcla de “Smoking” y “Flirting” (fumar y ligar), así las pausas para salir a fumar se convirtieron en la oportunidad de hacer plática y quizá conseguir el teléfono o una salida con el fumador de al lado. La medida final que los ingleses aplican para desalentar el vicio al tabaco son los precios, los cigarros pagan más impuesto (en porcentaje) que cualquier producto, lo que provoca que una cajetilla de Marlboro rojos cueste 5.70 libras, unos 125 pesos. Ante semejante panorama y los obvios beneficios de dejarlo, la siguiente semana iniciaré una lucha contra mí mismo, contra la desesperación que se siente cuando arrecia la necesidad de nicotina y contra la nostalgia por el sensual placer de mirar el tabaco consumirse mientras el humo curvea su silueta en el espacio...

Wednesday, March 26, 2008

Everything starts with... a Reality Show?

Hace unas semanas me enteré que el periódico The Guardian, que sigue marcadas tendencias de izquierda, había tenido la compasiva y genial idea de aportar el dinero para un proyecto de desarrollo, en Katine, Uganda, una comunidad de 25,000 habitantes donde la mayoría sobrevive con menos de un dólar al día. Katine: Everything starts with a village (Todo empieza por una comunidad), es el título de esta iniciativa. El proyecto en sí también recibe fondos del banco Barclays y será ejecutado por la ONG Amref, quien se encargará de que los fondos del periódico y los lectores se traduzcan en proyectos que mejoren permanentemente la calidad de vida de la gente que allí habita. La cosa no pareciera ir mas allá de las comeflorianas intenciones europeas de salvar al mundo si no es que tal proyecto será promocionado y seguido "en vivo" por los reporteros del periódico, abriendo espacios para que los lectores participen aportando ideas y dinero, pero al mismo tiempo convirtiendo la necesidad de los katinenses en una especie de reality show. El peligro de semejante idea es que ahora la miseria y la espantosa desigualdad de este pueblito puede convertirse en un elemento más para entretener a cierto segmento del público y que en vez de buscar un compromiso que garantice ayuda para los países del tercer mundo, el desarrollo puede verse como un juego, como una serie televisiva que termina cuando un niño pobre o desamparado o paralítico hacer derramar lágrimas a actores y políticos en horario triple A. Y si, claro que uno piensa en el teletón y su patético mensaje de ayudar a los demás es mejor cuando la causa es patrocinada por sabritas, bimbo, etc… Sin embargo no todo es malo, el proyecto Katine también develó la burocracia y el tortuguismo de las ONG´s que en teoría son ejemplo de administración y eficiencia; en tres meses aun no se había podido contratar a un líder para el proyecto. La razon de Amref es que ninguna persona de las entrevistadas quería ir a radicar a Katine. ¿Es eso creíble? Lo interesante será ver hasta qué punto el desarrollo importado desde el Reino Unido logra tener un impacto sobre una comunidad tan pequeña sin transformarse en el reality show de moda. Aquí el link para Katine:

Monday, March 17, 2008

Donde yace Shakespeare

Así es la vista desde el cementerio de la Holly Trinity Church. A un lado de las tumbas, apacible y silencioso, el río Avon debe resultar gran fuente de inspiración para los que allí reposan...




Y así se ve Stratford upon Avon, el pueblo donde nació hace como 500 años ese escritor inglés


Tuesday, March 04, 2008

The world's funniest joke

Parece que mis post sobre las bromas respecto al bombazo en Chapultepec no fue nada bueno... Hoy que estaba hablando con mi compañero Gordon sobre el sentido del humor inglés y sus bromas, me habló de Monty Pythons Flying Circus Comedy, un programa ahora clásico de la BBC en los sesentas. Uno de los capítulos más venerables, en opinión de Gordon, fue el de The world's funniest joke (la broma más graciosa del mundo), que también se nombró The killer joke (la broma asesina). Inmediatamente buscamos en youtube el capítulo e incluso encontramos uno subtitulado al español que ahora comparto: Humor clásico inglés...


Thursday, February 28, 2008

Humor chilango

Es ampliamante conocido el fallido bombazo de la semana pasada en Av Chapuletepec, que afortunadamente se truncó de tragedia nacional a mero incidente donde la única víctima fue el pobre sujeto que la iba a hacer de mensajero, "el pipen", a quien literalmente le estalló la bomba en la manos. ... Mientras los policías y los políticos investigan si detrás del bombazo estan los narcos de tepito, o el cártel del golfo, o el EPR, o el mismo gobierno que quiere crear una cortina de humo, la chilanga banda toma con natural filosofía la tragedia que no llego a ser y con la acostumbrada irreverencia ya ha creado una lista de chistes sobre el difunto "pipen" y su truncada carrera de terrorista, aquí algunos de esos chistes con perdon de sacatrapos y la academia del mal gusto:


  • ¿Cual era el colmo del bombardero de chapultepec? R= Ponerse "cuete" en horas de trabajo.

  • ¿Qué le recomendó su doctor horas antes de morir? R= Modere su carácter, no sea tan explosivo.

  • ¿Cual era su pasatiempo favorito? R= Salir de reventón.

  • Se decubrió que al hombre bomba le gustaba tronárselas.

  • Lo que menos le gustaba de su trabajo: que lo explotaran.

  • Dicen que su novia le marcó al celular y por eso le explotó la bomba antes de tiempo, le llamó para decirle: ¡contesta, no te hagas pe...dazos!
  • ¿Cual era su canal preferido?: R= TNT!

Friday, February 22, 2008

Señores imperialistas: no les tenemos ningún miedo


Conocí la La Habana en el que todavía era el tiempo de Fidel, una noche ardiente de 2001 después de un vuelo tortuoso y fugaz desde Cancún. No tenía idea de qué me esperaba cuando en el aeropuerto José Martí le di a un chofer de taxi la dirección que llevaba anotada en un trozo de papel: Aguila 87, entre Bernal y Trocadero, Habana Vieja. El taxi se internó en la caliente noche cubana y del espejismo de imágenes que se pueden ver desde un auto sólo comprendí la dimensión rebelde de ese país cuando las luces de la plaza de la revolución delinearon la figura inconfundible del Che Guevara y sus palabras esculpidas en uno de los costados del ministerio de interior: “Hasta la victoria siempre...” Había llegado a Cuba.


A partir de allí fue La Habana, fue su gente, fue su música, fueron sus ideales y su vida contradictoria las que me hicieron sentir como nunca en un lugar donde me quedaría a vivir por siempre. Sandra y su familia nos recibieron al hermano, a Monche y a mí como han recibido a no sé cuántos desconocidos, como a uno más de su tribu. Caminé bajo el sol implacable del caribe, por el malecón hasta el hotel Habana Libre, por las antiguos caserones de el Vedado que ahora albergan a miles de familias y centros culturales, por el paseo del Prado, por la calle Obispo donde se encuentra La Bodeguita del Medio, inmortalizada por Hemingway. Atravesé el barrio de la Habana Vieja con sus casas que parecen detenidas en el tiempo, carcomidas por el salitre, por la energía de su gente y las penurias de su historia. Platiqué con choferes, con los que se sentaba a mi lado escapando del calor del trópico, con los que merodeaban a las 4 de la mañana con una botella de ron por el malecón, con los que añoraban ir a Miami y con los que se mantienen firmes en la admirable resistencia del pueblo cubano.

En medio de sus privaciones, de la comida racionada, de las prohibiciones, de la escasez, de las carcachas de los años cincuenta, Cuba exhibe sin recato su rebelión a seguir el destino irrevocable de cualquier neocolonia latinoamericana. Y para exhibir esa fortaleza nada mejor que los letreros que se multiplican por las calles: “Esta noche 10 millones de niños en el mundo dormirán en las calles, ninguno es cubano”, o “Los principios no son negociables, Fidel”, “La Habana, fiel a su historia” y por supuesto “Patria o muerte ¡Venceremos!”. Pero ninguna como el espectacular montado a pocos metros de la sección para intereses cubanos de Estados Unidos (el equivalente a la embajada norteamericana): “Señores imperialistas: No les tenemos ningún miedo”. Si de algo puede enorgullecerse Cuba es de la veracidad de sus eslogans, en ningún país de América Latina hay mejores niveles de salud, gasto social y ninguna nación de nuestro continente puede jactarse de haber terminado con el analfabetismo. La sociedad cubana lee, debate, discute y resiste los embates del país más poderoso del mundo que desde hace cuarenta años ha castigado a la isla con un embargo desmesurado por su crueldad e injusticia. Y Cuba se sigue rebelando, le pese a quien le pese.

Y todo esto me vino a la mente esta semana, cuando desde la oficina leí en la primera plana de todos los periódicos del mundo que Fidel Castro anunciaba que no será más comandante en jefe. Mi compañero Steven, cuyos abuelos huyeron del feroz comunismo que los soviéticos implantaron en Hungría, asegura que es la mejor noticia del año. Por supuesto, Fidel es una figura a la que nadie puede ver a medias tintas, o se le admira o se le rechaza, amor y odio para el último gran personaje del siglo XX. “Nadie tan lejos de la mediocridad como él” escribió Ricardo Rocha para El Universal el pasado jueves. Todos podemos opinar pero la última palabra sólo la pueden dar los que ahí viven, los que defienden la revolución o claman la intervención yanqui. Yo me quedo con la certeza de que sin Fidel, Cuba sería una más en la amplia lista de injusticia social y miseria de nuestro continente y no el país del que me enamoré para siempre.

De ese viaje sólo he digitalizado dos fotos con un antiguo escáner.


La Habana desde Santa María Regla


Un niño

Tuesday, February 05, 2008

¿Dónde diablos está la izquierda?

Hace dos semanas el periodista Jaime Avilés publicó su columna defiladero en La Jornada esta nota. Debajo del encabezado se puede leer "Mouriño aplicará en México la política de Aznar". Sus argumentos no sólo me parecen paranoicos, definitivamente rayan en el delirio y notas similares de otros periodistas de izquierda como Julio Hernández han sido duramente criticadas por su tono xenófobo y por desviarse del tema central que es la crítica efectiva y sustentada a un gobierno como el de Calderón que en mi opinión no ofrece una alternativa real a la compleja problemática social y económica de México. Así que inocentemente les envié un mail diciéndoles que no estaba de acuerdo con lo que dicen, ahí les dije algo así:

¿Por qué utilizar una arenga xenófoba y simplona para criticar al gobierno de Calderón? ¿No sería mejor probar con profesionalismo periodístico las tramas de corrupción que seguramente la familia Mouriño ha tejido en Campeche? Claro, es más fácil decir que los españoles nos invaden; desafortunadamente tal idea resulta doblemente peligrosa. Con tal afirmación estás dando la razón a los grupos xenófobos norteamericanos que hablan de la reconquista de los territorios del sur de Estados Unidos. Si lo que dices es real, el gobierno británico debería expulsar a los miles de servidores públicos que nacieron en Dhaka, Kabul, Karachi o Delhi y el gobierno español sacar a los casi dos millones de latinos que habitan la península ibérica. El estado de desastre y corrupción de la izquierda mexicana se debe en parte a argumentos fáciles en los que simplemente se culpa a los demás de nuestra situación. Lo que no encuentro son propuestas. Con explicaciones como la recolonización, no veo otra solución que la expulsión de los españoles y sus empresas. ¿Y después? ¿Y la gente que se queda sin empleo, sin cliente, sin proveedor?

Sobra decir que no recibí ni recibiré respuesta a tal correo. Desde esta distancia y mirando con más decepción que asombro el ridículo juego de poder entre los tres partidos principales de México sólo me queda preguntarme dónde estamos los que seguimos creyendo en el papel decisivo del Estado, en las libertades individuales, en la tolerancia y el derecho al desarrollo de los que nada tienen. Alguna vez creí que esto era representado por lo que se denomina la izquierda mexicana, pero desde hace mucho ha dejado de interesarme su visión subyugada a la teoría del complot y a su permanente tirria a todo lo que venga del mundo capitalista -en el que está finalmente sumergida-. Leo y releo La Jornada y no dejo de decepcionarme de sus artículos que, siguiendo la perversa lógica del mercado, se dedican a decir lo que sus lectores quieren escuchar: demasiada crítica y casi ninguna propuesta. ¿Dónde está esa izquierda que debería ser el contrapeso del conservadurismo iletrado del PAN y de la herencia de corrupción del PRI? Sólo la encuentro fragmentada, entre la cerrazón y las tentaciones del poder, entre AMLO, el EZLN y el mismo PRD; y por más que busco, no encuentro un lazo, una sola rama de esa izquierda que vincule o represente a demasiada gente que ha dejado de tener fe en su capacidad para influir en el destino de su país.

Sunday, January 27, 2008

Treguas...

A veces el gris del invierno nos da una tregua y amanecemos a una mañana esplendorosa y fría. Bastan esas horas de sol para ponerse de buenas y salir a caminar.