Sunday, January 27, 2008

Treguas...

A veces el gris del invierno nos da una tregua y amanecemos a una mañana esplendorosa y fría. Bastan esas horas de sol para ponerse de buenas y salir a caminar.








Monday, January 21, 2008

Berlín, Londres, Birmingham...


Algunas cosas vistas al caminar junto a las ruinas del muro de Berlín:









Después la puerta de Brandemburgo



El memorial al las víctimas del genocidio nazi



Y de regreso un paseo por Londres, desde el Big Ben y hacia Trafalgar square


Hasta Picadilly Circus



Y después de 3 horas de autobús.... Birmingham


Friday, January 18, 2008

De la niñez en estas tierras...

Del incontenible envejecimiento de Europa había escuchado mucho, mitos urbanos sobre pagos, excepción de impuestos y otras maravillas con las que los gobiernos premian a las parejas que tienen bebés. Quizá suena inceríble pero es real. Basta salir a la calle para ver que los carritos motorizados y las sillas de ruedas superan en número a las carreolas. Aquí en Inglaterra todo niño recibe una pensión universal de 300 libras mensuales, los padres trabajadores gozan de vacaciones por el nacimiento de un hijo y las mamás trabajadoras pueden dejar sus trabajos los viernes al medio día entre otros beneficios. En España hay municipios que organizan fiestas comunitarias para fomentar la procreación y cada hijo es premiado por 1,000 Euros del gobierno.

Sin embargo, a pesar de mas días de vacaciones, de los impuestos reducidos y los cheques del gobierno, la decisión de ser padres, al menos en Inglaterra es solo para los valientes. Y es que la mayoría de los niños de Europa (he escuchado lo mismo de EUA) sufren una metamorfosis de mala educación, como si los pecados de occidente se concentraran en las pobres criaturas que de bebés adorables pasan a ser escuincles odiosos, que exhiben sus berrinches en los trenes, gritan a sus padres con la autoridad de adultos y abusan de su privilegiada posición de intocables. Una nalgada correctora basta para ir a la cárcel si el retoño de 4 años denuncia semejante castigo ante la escuela. Nunca me ha sido fácil la convicencia con niños, pero ver a los rapaces ingleses definitivamente aleja de mí cualquier instinto de paternidad. ¿Por qué los niños se vuelven pequeños monstruos? En el futuro el tema seguramente llenará bibliotecas e inspirará doctorados pero por el momento lo adjudico a razones culturales, a la libertad de occidente, al acceso a la tecnología (¿serán los videojuegos?), a la prosperidad económica, al ambiente social... quiza simple genética (todo niño es un vikingo en potencia). Mi amiga Bene, que tiene un bebé de un año me dijo hoy que después de padecer el comportamiento criminal de sus sobrinitos consideró seriamente no enseñarle a hablar a su propio hijo jamás, quizá así perpetuaría su inocencia. Todos en la oficina la desaconsejamos, algún día el rapaz podría escapar y aprender a hablar en la calle y, definitivamente es preferible el vocuabulario casero a que termine hablando con acento rapero o hip-hopero (con perdon de todos los raperosy hip-hoperos de las pandillas del mundo) o peor aún, que se convierta en cantante de dicho genero… Finalmente Bene me dice con sabiduría que uno puede no soporar su presencia, incluso detestarlos, pero no todo es tan malo, ella afirma ser la mujer más feliz del mundo con su hijo... que aún no habla. Yo por las dudas procuro estar alejado de los rapaces, sean pacíficos o no, prefiero limitarme a mirarlos cuando pasan en sus carreolas con cubiertas antilluvia, envueltos en mini-sleeping bags para protegerlos de frío. Ya crecerán y torturarán a sus padres que pagarán menos impuestos a cambio de soportar el crecimiento del futuro europeo.

Wednesday, January 09, 2008

Deutschland express

Mis primeros conocimientos de Alemania llegaron a mí por medio de un calendario que Raymundo me trajo por ahi de 1990 junto con un sobrecito blanco que contenia una piedra pintada con spray: un pedacito del recien derrumbado muro de Berlin. Aquellos objetos definieron lo que por mucho tiempo sería mi idea sobre Alemania: un país con paisajes medievales y una ciudad donde la gente habia derrumbado un muro que de alguna manera bloqueaba la luz solar.

Ahora creo que aquellas divagaciones no estaban tan alejadas de la realidad.

Y con esto no quiero decir que los que padecieron las calamidades del socialismo fueran iluminados por el resplandor de las tiendas en el lado oeste de Checkpoint Charlie.

Pero no empezaré por el final. Si uno tiene tres días para recorrer un país y dos ciudades el principal elemento es la velocidad. Así que desde que nos bajamos del avión en Munich dimos prioridad movernos con rapidez para encontrar un hotel y salir a caminar. Ya en el centro de esa ciudad no había más que acelerar el paso, el ambiente estaba a -6º y con semejante temperatura uno no puede pasear como por la alameda. Munich me sorprendió por su belleza reconstruida, por sus mercados de navidad, por la delicia del chocolate caliente con pastel cuando uno escapa del frío atroz para refugiarse en una cafetería. Caminamos, perdimos a mi mamá, compramos ropa, comimos salchichas con cerveza, nos helamos y salimos una mañana igual de helada en el tren de alta velocidad a Berlín, que nos esperaba a la mañana siguiente.

Berlín es otra historia, por su historia misma, por la desgracia de ser el punto en el que el mundo se dividía, por su destrucción y por la memoria del pasado atroz. Porque a pesar de sí misma, Berlín ha escapado de todas sus condenas y basta salir a la calle para sentir la vibra de una ciudad que irradia energía, cultura, música, paisaje y claro, prosperidad. Salimos del metro y fuimos directamente a Potsdamer Platz y desde ahí hasta el Reichstag, cruzamos el silencioso memorial de los judíos europeos asesinados, atravesamos la puerta de Brandemburgo y caminamos hasta Checkpoint Charlie que sirvió de paso entre las dos Alemanias durante la guerra fría . Pero no sentí un Berlín como el que se percibe al caminar junto a los despojos del muro. Tristemente el graffiti se ha deslavado y vuelto a pintar con plumones de todos los turistas del mundo, pero el muro está allí y su recuerdo y su tristeza y la sombra del pasado están allí al lado de uno, que sólo tiene que estirar la mano para sentir un poquito la opresión en la garganta por lo que ese pedazo de pared representó.

Amé el sonido de la ciudad, los eventos, las fiestas anunciadas en todas las paredes, los perros acompañando a sus dueños en los centros comerciales, los cafés y las galerías. El único defecto de Berlín es su idioma, del que sólo conozco “danke” [gracias] o el “hallo” con la letra “o” tan acentuada. El país que imaginé desde niño era mucho mejor, mucho más vivo, culto, sofisticado y amable de lo que un pedacito de piedra me hizo imaginar a los 9 años.