Thursday, February 28, 2008

Humor chilango

Es ampliamante conocido el fallido bombazo de la semana pasada en Av Chapuletepec, que afortunadamente se truncó de tragedia nacional a mero incidente donde la única víctima fue el pobre sujeto que la iba a hacer de mensajero, "el pipen", a quien literalmente le estalló la bomba en la manos. ... Mientras los policías y los políticos investigan si detrás del bombazo estan los narcos de tepito, o el cártel del golfo, o el EPR, o el mismo gobierno que quiere crear una cortina de humo, la chilanga banda toma con natural filosofía la tragedia que no llego a ser y con la acostumbrada irreverencia ya ha creado una lista de chistes sobre el difunto "pipen" y su truncada carrera de terrorista, aquí algunos de esos chistes con perdon de sacatrapos y la academia del mal gusto:


  • ¿Cual era el colmo del bombardero de chapultepec? R= Ponerse "cuete" en horas de trabajo.

  • ¿Qué le recomendó su doctor horas antes de morir? R= Modere su carácter, no sea tan explosivo.

  • ¿Cual era su pasatiempo favorito? R= Salir de reventón.

  • Se decubrió que al hombre bomba le gustaba tronárselas.

  • Lo que menos le gustaba de su trabajo: que lo explotaran.

  • Dicen que su novia le marcó al celular y por eso le explotó la bomba antes de tiempo, le llamó para decirle: ¡contesta, no te hagas pe...dazos!
  • ¿Cual era su canal preferido?: R= TNT!

Friday, February 22, 2008

Señores imperialistas: no les tenemos ningún miedo


Conocí la La Habana en el que todavía era el tiempo de Fidel, una noche ardiente de 2001 después de un vuelo tortuoso y fugaz desde Cancún. No tenía idea de qué me esperaba cuando en el aeropuerto José Martí le di a un chofer de taxi la dirección que llevaba anotada en un trozo de papel: Aguila 87, entre Bernal y Trocadero, Habana Vieja. El taxi se internó en la caliente noche cubana y del espejismo de imágenes que se pueden ver desde un auto sólo comprendí la dimensión rebelde de ese país cuando las luces de la plaza de la revolución delinearon la figura inconfundible del Che Guevara y sus palabras esculpidas en uno de los costados del ministerio de interior: “Hasta la victoria siempre...” Había llegado a Cuba.


A partir de allí fue La Habana, fue su gente, fue su música, fueron sus ideales y su vida contradictoria las que me hicieron sentir como nunca en un lugar donde me quedaría a vivir por siempre. Sandra y su familia nos recibieron al hermano, a Monche y a mí como han recibido a no sé cuántos desconocidos, como a uno más de su tribu. Caminé bajo el sol implacable del caribe, por el malecón hasta el hotel Habana Libre, por las antiguos caserones de el Vedado que ahora albergan a miles de familias y centros culturales, por el paseo del Prado, por la calle Obispo donde se encuentra La Bodeguita del Medio, inmortalizada por Hemingway. Atravesé el barrio de la Habana Vieja con sus casas que parecen detenidas en el tiempo, carcomidas por el salitre, por la energía de su gente y las penurias de su historia. Platiqué con choferes, con los que se sentaba a mi lado escapando del calor del trópico, con los que merodeaban a las 4 de la mañana con una botella de ron por el malecón, con los que añoraban ir a Miami y con los que se mantienen firmes en la admirable resistencia del pueblo cubano.

En medio de sus privaciones, de la comida racionada, de las prohibiciones, de la escasez, de las carcachas de los años cincuenta, Cuba exhibe sin recato su rebelión a seguir el destino irrevocable de cualquier neocolonia latinoamericana. Y para exhibir esa fortaleza nada mejor que los letreros que se multiplican por las calles: “Esta noche 10 millones de niños en el mundo dormirán en las calles, ninguno es cubano”, o “Los principios no son negociables, Fidel”, “La Habana, fiel a su historia” y por supuesto “Patria o muerte ¡Venceremos!”. Pero ninguna como el espectacular montado a pocos metros de la sección para intereses cubanos de Estados Unidos (el equivalente a la embajada norteamericana): “Señores imperialistas: No les tenemos ningún miedo”. Si de algo puede enorgullecerse Cuba es de la veracidad de sus eslogans, en ningún país de América Latina hay mejores niveles de salud, gasto social y ninguna nación de nuestro continente puede jactarse de haber terminado con el analfabetismo. La sociedad cubana lee, debate, discute y resiste los embates del país más poderoso del mundo que desde hace cuarenta años ha castigado a la isla con un embargo desmesurado por su crueldad e injusticia. Y Cuba se sigue rebelando, le pese a quien le pese.

Y todo esto me vino a la mente esta semana, cuando desde la oficina leí en la primera plana de todos los periódicos del mundo que Fidel Castro anunciaba que no será más comandante en jefe. Mi compañero Steven, cuyos abuelos huyeron del feroz comunismo que los soviéticos implantaron en Hungría, asegura que es la mejor noticia del año. Por supuesto, Fidel es una figura a la que nadie puede ver a medias tintas, o se le admira o se le rechaza, amor y odio para el último gran personaje del siglo XX. “Nadie tan lejos de la mediocridad como él” escribió Ricardo Rocha para El Universal el pasado jueves. Todos podemos opinar pero la última palabra sólo la pueden dar los que ahí viven, los que defienden la revolución o claman la intervención yanqui. Yo me quedo con la certeza de que sin Fidel, Cuba sería una más en la amplia lista de injusticia social y miseria de nuestro continente y no el país del que me enamoré para siempre.

De ese viaje sólo he digitalizado dos fotos con un antiguo escáner.


La Habana desde Santa María Regla


Un niño

Tuesday, February 05, 2008

¿Dónde diablos está la izquierda?

Hace dos semanas el periodista Jaime Avilés publicó su columna defiladero en La Jornada esta nota. Debajo del encabezado se puede leer "Mouriño aplicará en México la política de Aznar". Sus argumentos no sólo me parecen paranoicos, definitivamente rayan en el delirio y notas similares de otros periodistas de izquierda como Julio Hernández han sido duramente criticadas por su tono xenófobo y por desviarse del tema central que es la crítica efectiva y sustentada a un gobierno como el de Calderón que en mi opinión no ofrece una alternativa real a la compleja problemática social y económica de México. Así que inocentemente les envié un mail diciéndoles que no estaba de acuerdo con lo que dicen, ahí les dije algo así:

¿Por qué utilizar una arenga xenófoba y simplona para criticar al gobierno de Calderón? ¿No sería mejor probar con profesionalismo periodístico las tramas de corrupción que seguramente la familia Mouriño ha tejido en Campeche? Claro, es más fácil decir que los españoles nos invaden; desafortunadamente tal idea resulta doblemente peligrosa. Con tal afirmación estás dando la razón a los grupos xenófobos norteamericanos que hablan de la reconquista de los territorios del sur de Estados Unidos. Si lo que dices es real, el gobierno británico debería expulsar a los miles de servidores públicos que nacieron en Dhaka, Kabul, Karachi o Delhi y el gobierno español sacar a los casi dos millones de latinos que habitan la península ibérica. El estado de desastre y corrupción de la izquierda mexicana se debe en parte a argumentos fáciles en los que simplemente se culpa a los demás de nuestra situación. Lo que no encuentro son propuestas. Con explicaciones como la recolonización, no veo otra solución que la expulsión de los españoles y sus empresas. ¿Y después? ¿Y la gente que se queda sin empleo, sin cliente, sin proveedor?

Sobra decir que no recibí ni recibiré respuesta a tal correo. Desde esta distancia y mirando con más decepción que asombro el ridículo juego de poder entre los tres partidos principales de México sólo me queda preguntarme dónde estamos los que seguimos creyendo en el papel decisivo del Estado, en las libertades individuales, en la tolerancia y el derecho al desarrollo de los que nada tienen. Alguna vez creí que esto era representado por lo que se denomina la izquierda mexicana, pero desde hace mucho ha dejado de interesarme su visión subyugada a la teoría del complot y a su permanente tirria a todo lo que venga del mundo capitalista -en el que está finalmente sumergida-. Leo y releo La Jornada y no dejo de decepcionarme de sus artículos que, siguiendo la perversa lógica del mercado, se dedican a decir lo que sus lectores quieren escuchar: demasiada crítica y casi ninguna propuesta. ¿Dónde está esa izquierda que debería ser el contrapeso del conservadurismo iletrado del PAN y de la herencia de corrupción del PRI? Sólo la encuentro fragmentada, entre la cerrazón y las tentaciones del poder, entre AMLO, el EZLN y el mismo PRD; y por más que busco, no encuentro un lazo, una sola rama de esa izquierda que vincule o represente a demasiada gente que ha dejado de tener fe en su capacidad para influir en el destino de su país.