Sunday, November 16, 2008

Londres sobre (dos) ruedas

He olvidado cuándo aprendí a andar en bicicleta, más bien, cuándo me enseñaron, pero desde entonces disfruté como cualquier niño pedalear y sentir esa libertad que sólo se siente en velocidades no permitidas a los peatones. En ese tiempo las dos ruedas de mi bicicleta me llevaron por el mandado, a la lejana papelería “Coti”, al parque Tezozómoc, al Naucalli y a las calles que normalmente no atravesaba caminando. Porque la bicicleta permite conocer un mundo muy distinto del de a pie, más rápido y momentáneo, pero más numeroso e intrépido, porque uno se puede permitir curiosear por lugares que parecen amenazadores, o solitarios, o simplemente desconocidos. Pero a mis 12 años mi historia personal con el ciclismo terminó de manera abrupta. Fui asaltado y despojado de mi bicicleta de montaña para la que ahorré meses. No volví a comprar una ni volví a pedalear por mucho años. Regresé al tranquilo compás de mis pasos, y la vida me llevó a descubrir lugares donde no se puede pedalear (al menos fácilmente), como el centro, sus callejones, sus cantinas y demasiadas partes de la ciudad de México que recorrí a pie, en el metro, en auto. Más de diez años después de la trágica tarde del asalto, regresaba de trabajar y en un impulso que nada pudo detener me compré otra bicicleta. Poco después dejé mi país, la vida que tenía y la bici, que se quedó empolvándose. En Birmingham la universidad me quedaba demasiado cerca y en Londres llegar al trabajo sólo requería una corta caminata, así que me olvidé de los vehículos de dos ruedas. Pero hace un mes, mi amigo Maximiliano, después de un largo desempleo encontró un internship en Bruselas y tuvo que mudarse en una semana, dejando en Londres su preciadísimo medio de transporte. La oferta, aunada a la reciente mudanza y el prospecto de pagar muchas libras de transporte al mes, me hicieron decidirme y compré el vehículo de mi amigo polaco. Así que un lunes Maximiliano se apareció frente a mi trabajo y me entregó casi con lágrimas la bicicleta, el casco, las luces, la mochila del rack, el imprescindible candado y desapareció entre la multitud de Brixton rumbo a su empleo belga. Esa tarde, todavía un poco perplejo y tras una batalla para encontrar la combinación del candado, me subí, sin experiencia en estas calles y me dirigí a la casa.

Como lo imaginé, Londres es otro sobre dos ruedas. En ese primer ensayo avancé sobre Brixton road hasta Kenington, y allí me planté detrás de una ciclista que llevaba buen ritmo y la misma dirección. Jadeando a ratos por la falta de ejercicio, alerta ante cualquier coche que se acercara, llegué a la glorieta de Elephant & Castle y de allí dejé la seguridad del carril de los buses (sólo permite buses y bicicletas de 7am a 7pm) para adentrarme a New Kent Road y pelear literalmente por un espacio para transitar con los coches y los demás ciclistas. Llegué exhausto y feliz. La vista de la ciudad, la libertad, el ejercicio, en fin, Londres con otros ojos. Ya después entré a la página de tfl y obtuve una ruta para llegar a mi trabajo, alejada de las avenidas principales y que ahora es mi camino diario. Con el tiempo, he ganado condición para pedalear media hora de ida y media de regreso con viento, lluvia o frío congelante y sin haberlo planeado ingresé a la tribu urbana de los ciclistas londoners, que incluso después de un despiadado reto de velocidad, tienen la amabilidad de sonreír o despedirse cuando llega la hora de pedalear por diferentes caminos.

Sunday, November 02, 2008

¿Será?



Fui con Daniela al Highgate Cementery, en Camdem, donde está enterrado Carlos Marx y constatamos que cada día más personas van a dejarle flores y a pedirle que resucite y se coma a los capitalistas...

Desconozco si se les hará el milagro, pero el viernes afuera de Euston me encontré este póster, por lo que me temo que con el pretexto de halloween, Marx resucitó y de nuevo está entre nosotros. Por supuesto que iremos al Socialism2008, cámara en en mano buscando señores barbones que despotriquen contra la burguesía...