Saturday, June 27, 2009

Emprendiendo la retirada

Ahora lo sé y tiene fecha. El viaje que comenzó hace casi tres años llegará a su fin y con él este blog. Alguna vez escuché que la mejor parte de un viaje es el regreso, que viaje no es el fin en sí mismo sino lo que uno encuentra o entiende al regresar a casa. Es extraño porque hoy escribo desde un café soleado de Bermondsey y siento que aquí está mi hogar. Y al mismo tiempo pensar en México causa una emoción apenas descriptible, como esas cosquillas que se sienten en el estómago cuando se espera a alguien para una cita, o cuando se entra por primera vez a un salón de clases en una nueva escuela. Ese mundo que dejé ha cambiado por completo, el viaje ahora consistirá en redescubir ese mundo y esa gente que tanto ha cambiado en tan poco tiempo.
Como me queda tan poco tiempo en esta ciudad trataré de escribir sobre esta retirada, sobre cómo es dejar una ciudad extranjera en la que uno no se siente foráneo, sobre la nostalgia y la emoción, las ganas de seguir el viaje a donde sea o de detenerlo y descansar.
Hoy Londres ha batido su récord de temperatura, estamos a 28 grados con una humedad tropical que lo hace bastante incómodo, pero como días así son escasos los ingleses se han volcado a la calle. Justo frente a mí, tras el ventanal de este café hay un parque y sobre el pasto hay quizá quince mujeres y hombres medio desnudos asoleándose. Al principio no entendía la obsesión inglesa con los parques y con el sol, dos semanas después de vivir en la isla comprendí perfectamente que el sol en sí era un evento, una fiesta y la oportunidad única de ir a lugares como un parque o un café al aire libre. Cuando un día soleado tiene la puntada de aparecerse entre semana y para no desperdiciar ese raro privilegio, tomo la bicicleta a la hora del lunch y manejo hasta Claphan Common. El secreto consiste en la simpleza del hecho, simplemente sentarse y sentir el sol sobre la piel, leer, abrir una lata de cerveza, mirar a las chicas en bikini o dormir, hay quienes traen la computadora y por un par de horas trasladan la oficina al parque, todo con tal de disfrutar del astro rey.
Ahora llueve y todos los del parque de al lado han huido al café desde el que escribo. Londres cambia nuevamente, el sol ha sucumbido a los habituales nubarrones, la ciudad se refresca y por un momento parece detenerse.


Sunday, June 21, 2009

21 de Junio

¿Qué se puede decir 11 años después? El solo hecho de escribirlo me lleva de nuevo a la tarde soleada, al olor de la cocina y el rumor de la familia que esperaba en la sala. Esa tarde, tan lejana ya, se repite nuevamente ahora que estoy tan lejos, de nuevo es domingo, de nuevo es 21, de nuevo es junio, y otra vez es día del padre. Y tú ya no estás. O estás de otra manera, porque nunca terminaste de irte. Después de esa noche larguísima en que esperamos para que fueran por ti, volviste, como en mi ilusión más profunda, como si realmente sólo te hubieras ido de viaje y un día cualquiera te aparecieras y tocaras el timbre, así de sencillo. Entonces yo iría a abrir la puerta pensando que es el velador o que quieren vender algo y estarías tú, esperando, con un maletita de mano y sonreirías al verme. Yo, simplemente me echaría a tus brazos y lloraría, desesperadamente, con el desamparo de todas estas noches de tu ausencia, y sólo te abrazaría y tocaría tu cara y tomaría la maletita y te llevaría a la casa, que está tan diferente. Es cierto que no volviste de esa forma, pero lo hiciste en cientos de noches en que te he soñado, en todos los momentos en que te añoré mientras la casa navegaba en su silencio y yo pensaba que hace tantos días caminabas por ese mismo pasillo donde me sorprendió el tiempo detenido en un paréntesis de nostalgia. Regresaste de muchas formas, incluso ahora que estoy lejos sigues regresando y me acompañas cada mañana en la bicicleta, a la universidad o al trabajo. No sé qué me dirías si me vieras el día de hoy, no lo sé, sólo tengo la certeza que te daría un gusto enorme saber que vine aquí, estoy seguro que sería tu orgullo y tu tema de conversación, como muchas veces lo fue cualquier logro mío, por insignificante que fuera. Y en esta tarde paralela, once años después, no me queda más que recordarte en estas líneas, de pensarte y sonreír. Porque el recuerdo se ha lavado por una cascada de tiempo, y las formas afiladas del dolor han pasado a ser algo más puro y brillante, más terso, como una estatua esculpida por el agua. Estás aquí, en el San Pedro que tengo atado al cuello y que no me quito jamás. Estás en la memoria, estás en días como éste en que me haces tanta falta, pero sobre todo, estás en mí. Porque esa tarde te fuiste pero también te quedaste para siempre. Y ahora somos una misma cosa, el recuerdo del dolor y la sonrisa al imaginar tu tiempo. Hoy es día del padre y ya sólo puedo decirte que estoy bien y espero que lo estés, si es que estás, donde sea que estas palabras pudieran enviarse ojalá tus noches tengan tantas estrellas como Londres hoy y ojalá una sonrisa aparezca en tu rostro cuando esto que escribo te alcance en el rincón de la eternidad donde seguramente tú también me estás pensando.