Tuesday, October 30, 2007

Día de muertos

Desde hace muchos años el día de los muertos fue la fecha que más me gustaba del año. La fascinación por ese día se inició quizá en un remoto noviembre de mi niñez cuando por primera vez vi a mi abuela regresar del mercado con calaveras de azúcar, pan de muerto, flores, fruta, veladoras y todos los elementos del ritual dedicado a esos parientes que sólo había conocido en las amarillentas fotos del pasado. Una sentencia completó el misticismo que rodeaba a esa mesa llena de comida y calaveras: si tomas algo tienes que rezar un padrenuestro para pedir permiso, porque esta comida es para los difuntos. Recuerdo aún con nitidez el aroma y la luz sobrenatural que envolvía a la ofrenda por las noches, la luz naranja de las veladoras creando un espejismo de reflejos sobre la pared y yo, agazapado junto a un sillón, intrigado por saber si de la oscuridad aparecería algún alma. Me gustaba pensar que los difuntos estaban allí y que eran mis ojos los incapaces de verlos, a ellos que habían hecho la travesía desde la muerte. Ni la navidad, ni los regalos, ni las vacaciones, ni mi cumpleaños me inspiraban tanta devoción, ni esperé otro día con tan secreto fervor. Alguna vez le pregunté mi abuelo si creía realmente en que alguien nos visitaba ese día. Su respuesta ambigua y sabia llenó todas mis expectativas: no lo sé, pero si regreso y no hay comida esperándome y unas velas me voy a poner muy triste. Y así llegó el día en que mis abuelos dejaron de poner la tan esperada ofrenda, esta vez ellos eran los que visitarían la casa en el amanecer de noviembre. Desde entonces fui yo el encargado de la ofrenda, no quería ni pensar en los regaños que me daría desde el más allá mi abuelo si no recibiera como se debe a tan lejanos visitantes.

La fiesta de la muerte había marcado días memorables en mi vida, tal vez por eso cuando aquel día también significó un final inesperado, me sorprendí reclamándole al destino por lo injusto de mi suerte. Pero era al fin y al cabo la muerte, como la pintamos, alegre y traicionera, riéndose de la vida, terminando con plazos y esperanzas, descomponiendo planes y dejando futuros desahuciados. Porque las promesas, como los vivos, también mueren, y para los que nos quedamos sin ellas no queda sino dedicar una sonrisa al recuerdo de los buenos días y dejar que la luz de una veladora ilumine la memoria de lo que no será más.

Cuando lo que sobra es tiempo...

El desempleo ha representado hasta el momento la oportunidad de entregarme al relajado ensueño del que no se dedica a actividad productiva alguna; de tal manera que, aunado al frío que es apenas un aviso de llegada del invierno, me encuentro durmiendo diez sanas horas al día y esperando. Porque la clave para que el desempleado que sí quiere trabajar no enloquezca radica en la paciencia, en enviar curriculums, cover letters, fotografías, formas, cartas de motivación y formularios sin desesperarse. Por supuesto la paciencia no es cosa fácil, especialmente en los días helados en que la luz del sol apenas se filtra por los densos nubarrones que atraviesan esta isla. Afortunadamente a fuerza de mirar pasar los días desde mi ventana mientras busco empleo he tenido la fortuna de atestiguar momentos de plena belleza, como cuando un hueco de sol hunde su luz entre las pesadas nubes y por arte de viento en cuestión de quince minutos el paisaje cambia del habitual gris inglés a un cielo de azul esplendoroso y nítido. Tal descarga de sol alcanza para iluminar el amarillo del verano y hasta para dibujar atisbos de sonrisas entre los pálidos habitantes de Birmingham.


Sin embargo ha sido por las noches, en mi labor de mesero de fin de semana, que he podido presenciar y vivir otras capas del tejido social inglés. En el ejército de meseros ya he conocido gente de todos los continentes, especialmente gente de color. Es así donde me viene la duda si esta sociedad es genuinamente racista o la comunidad afrocaribeña es la que tiene problemas para adaptarse al ritmo de este país; o es una sutil mezcla de las dos. Pongamos un ejemplo, domingo por la noche: los premios Hafta (adaptación bizarra de los británicos Bafta) y cena con la comunidad del sureste asiático proveniente de India, Bangladesh y Paquistán. Los que cargamos las charolas enloquecemos con la cantidad currys que llevaremos a la mesa, un total de siete terroríficos y extenuantes platos más nan, ensaladas, entrada y postre. Afortunadamente la locura del servicio da espacios para observar y es evidente que la comunidad asiática se ha adaptado a la vida en Inglaterra, son unidos, prósperos, ocupan puestos importantes en las empresas y el gobierno, emprenden negocios, hacen labores de responsabilidad social, envían remesas. Son folclóricos, mezcla entre lo kitsch y lo excéntrico, nacos, dirían los amantes del clasismo, compran a ritmo occidental pero siguen vistiendo saris, se consideran británicos pero escuchan rock paquistaní. Pero se adaptan, resurgen a las dificultades de la emigración mientras las comunidades afrocaribeñas siguen atrás. ¿Racismo, predisposición cultural? Sigo observando la pasarela con modelos en sari y las pantallas gigantes con imágenes de bollywood (cine hindú) con sus escenas llenas de bailarines, cuando llega el momento del café, o del plato fuerte, o no importa, mi compañera estoniana me llama angustiada para ir nuevamente a la cocina y pospondré para otro momento el ritual del observador.

Monday, October 22, 2007

Regreso al capitalismo

Que las becas como llegan terminan, lo sabía. Que la vida de estudiante no dura para siempre, lo supe desde el primer día de clases. Lo que no imaginaba era cómo sería mi retorno al mundo capitalista. Siempre me ha quedado claro que nuestro sistema económico se basa en la explotación del hombre por el hombre, en la acumulación de la riqueza, en la opresión a los que menos tienen. Sin embargo no sospechaba que terminaría formando parte del último eslabón en la larga cadena del comercio. Estábamos allí, Juan y yo, cada quién con una enorme charola en la descomunal cocina del ICC (International Convention Centre) de Birmingham, junto con otros sesenta meseros listos para proveer alimentos a más de mil personas que atendían una fiesta corporativa. Cuando tomé el empleo juré que la palabra mesero se limitaba al uso de una charola mínima y que el mayor esfuerzo implicaría a llevar un plato de pollo asado o unas copas de vino a una mesa: fatal error. Mientras esperábamos en la tremenda fila con la charola atiborrada de platos comencé a entender las dimensiones de lo que vendría: siete horas de pie llevando y trayendo alteros de botellas, torres de platos, cubiertos y montones de copas, esquivando a las hordas de borrachos que amenazan con el desastre a cada paso. Por supuesto que era apenas el principio. La cocina rugía con el calor y los gritos de quince chefs abriendo y cerrando puertas de hornos, decorando platillos, sirviendo sopas y gritándose unos a los otros. Al otro lado de la barra un ejército de meseros aguardábamos una señal para salir en tropel y regarnos entre las noventa y tantas mesas del foro. La homogeneidad del regimiento meseril fue lo que más me sorprendió, un setenta por ciento era gente de color, todos jóvenes, todos excluidos del sistema educativo, muchos de ellos dedicados exclusivamente a esta actividad, el resto éramos estudiantes o ex-estudiantes de la universidad, migrantes polacos y uno o dos ingleses que estaban ahí por necesidad. En la fila se podía escuchar el inglés con acentos de Jamaica, Sudáfrica y otras ex-colonias inglesas, también se escuchaba el polaco y cuando pasé frente a los lavaplatos un peruano inmigrante ilegal me saludó; a lo largo de la noche encuentro gente de Etiopía, China, Lituania y Tunisia. El tercer mundo en pleno, sirviendo a la próspera sociedad inglesa. Siete horas después y tras haber hecho decenas de viajes con las charolas llenas de todo lo que se puede encontrar en una centena de mesas, salimos a la noche helada, literalmente molidos con sólo ganas de dormir y descansar hasta el siguiente día en que probablemente nos esperaría una soba igual.

Saturday, October 13, 2007

El mundo en fotos...

En la helada primavera de 2007 comencé a tomar fotos de mis amigos, maestros y de toda la gente del Departamento de Desarrollo Internacional en la Universidad de Birmingham. Finalmente era la mejor oportunidad para fotografiar gente de todos los continentes, edades, culturas, colores e idiomas. Durante semanas los fotografié en un jardín detrás del salón de té. Para romper el hielo y el nerviosismo de muchos de ellos les pedí que hablaran del futuro, de su sueños. Así llenaron casi un cuaderno con aspiraciones que van desde tener familias felices y poder graduarse hasta ser cantante (mi amiga Damola es cantante en Nigeria) o simplemente conocer Venecia. Las 81 fotos tomadas fueron subidas a un blog por Harmeet, amigo de Dehli y la persona con la sonrisa más sincera que he conocido jamás. El blog está en la siguiente dirección:

Aquí algunas fotos completas

Harmeet Singh. Nueva Delhi, India

Michelle Youdeowei. Londres, Reino Unido


Aisha Muhammed. Abuja, Nigeria


Stephen Allen. Portland, Estados Unidos.


Tamara Alexander. Ltyentye Apurte, Australia.

Tuesday, October 09, 2007

¿Cómo se llega al futuro?

Así fue como todo terminó. El lunes 1 de octubre imprimí a tesis, la llevé a empastar, tuve que protegerla de la lluvia horizontal de estas tierras y para cumplir con los paralelismos del tiempo la entregué exactamente un año después del lejano primer día de clases. La siempre sonriente Jo, recepcionista de la escuela, recibió las dos copias el CD y ya. Terminé la maestría. Saliendo de allí me esperaba el futuro...

La pregunta ahora era: ¿Dónde diablos está el futuro?

Afortunadamente no he llegado a la edad o al estado mental en que la falta de una respuesta semejante provoque pánico personal. Realmente no importa; el futuro está
allí, esperando y la falta de certeza respecto al momento y las circunstancias de su llegada sólo le dan más emoción a estos días en los que debo dedicarme a buscarlo o más bien a crearlo. Finalmente prefiero no saber qué diablos estaré haciendo o desde dónde escribiré el próximo 2 de octubre.

Saturday, October 06, 2007

Más de la revolución del azafrán

Myath Thu, un amigo de Burma exiliado en Tailandia me ha enviado estos links de blogs que se escriben desde la clandestinidad en Rangoon, las fotos de algunos son sencillamente atroces, pero parece no haber otra manera de denunciar lo que allí pasa. La mayoría están en burmés o birmano, y el último en inglés, pero las imágenes hablan por sí solas.

http://niknayman.blogspot.com/

http://soneseayar.blogspot.com/

http://www.ko-htike.blogspot.com/

http://seinkhalote.blogspot.com/