¿Por qué será que llegan esas semanas decisivas en la vida? A partir del próximo viernes se definirá el nuevo destino donde habitar. Las opciones por el momento son Bangkok e Inglaterra, pero podría ser México nuevamente. Además en pocos días debo mudarme a una nueva casa, terminar la tesis y encontrar empleo... Definitivamente la vida de estudiante sólo puede llenarnos de vibras positivas, en otras circunstancias estaría quizá tremendamente agobiado, sintiendo no lo duro sino lo tupido. Frente a la tempestad: calma. El relajamiento de estos días ha creado mi la más sincera empatía con las amas de casa mundiales, a las que admiro como nunca en mi historia. Ahora que Daniela trabaja y paso largos periodos de soledad en la tranquilidad del hogar tratando de desentrañar mis ideas sobre el desarrollo, entiendo que no hay como el desesperado silencio de una casa por la mañana para desequilibrar a la más firme salud mental. Ante semejante quietud y entre mis recurrentes crisis de inspiración he desarrollado rápidamente manías de ama-de-casa como acomodar compulsivamente los trastes que se secan en el fregadero, revisar la limpieza de la cocina o (nunca lo imaginé) acomodar la ropa en sus respectivos cajones. Claro, buena parte de mis nuevas manías surgen en periodos en que escapo literalmente de la computadora y me encuentro sin nada qué hacer. Si semejantes extravagancias surgieron en un mes, me solidarizo con las amas de casa que pasan horas interminables en la estoica espera del silencio, ahora más que nunca entiendo la obsesión por el orden y la limpieza y la cruzada contra la ropa sucia o sin planchar. Afortunadamente para mí este ligero desorden mental se curará rápidamente en cuanto tenga un empleo y pueda evitar cualquier actividad doméstica bajo la excusa del cansancio. Los días decisivos están por llegar y pronto, estaré escribiendo si los próximos boletos son de aviones asiáticos o de un simple autobús a otro barrio de esta ciudad.
Monday, August 27, 2007
Tuesday, August 21, 2007
Home tasty home
Monday, August 13, 2007
Dejando Bangkok
Ante la magnitud de la demanda, Bangkok ofrece tres grandes zonas de tolerancia. La más antigua y famosa es Soi (calle) Cowboy, que se inició como un centro de diversión para los soldados norteamericanos que peleaban en la guerra de Vietnam. Soi Cowboy no es más que un corredor de bares y clubes de desnudismo, sin embargo sólo he caminado por ahí de día, así que desconozco las dimensiones de su población nocturna. Silom Soi es la segunda estación de los turistas sexuales, extrañamente en esta calle se da una extraña combinación del comercio informal, la piratería y la prostitución. El mercado nocturno de Silom ocupa el centro de la calle, en él se puede encontrar relojes, ropa y todos los objetos de consumo que encontramos en cualquier tianguis mexicano. Las banquetas están libres, en los costados la música, las luces y la oscuridad de los locales delata otro ambiente, en la puerta de bares y restaurantes adolescentes en bikini tratan de llevar al interior a cualquier turista solitario. Basta detenerse en algún puesto que mire a la banqueta para observar el interior de estos lugares, sus pasarelas con más de cuarenta mujeres en los más absurdos vestuarios, bikinis, mini-uniformes de colegiala, vestiditos de enfermera y todo el repertorio de la imaginación sexual. Sin embargo no es aconsejable entrar, los bajos precios del alcohol son recuperados con la tarifa de “Salida” que puede oscilar entre los 20 y los 30 dólares. Sin embargo es Nana Plaza la zona que me deja impresionado. Ubicada en el barrio de Sukhumvit, este lugar de tolerancia alberga a unas 3,000 prostitutas de acuerdo a un amigo periodista. La plaza consiste en un edificio de cinco pisos con forma de herradura. En la planta baja hay bares llenos de chicas que acuden a platicar con todo aquel que pida una cerveza, su comunicación consiste en un inglés básico y el insinuante lenguaje de sus manos que abrazan, acarician y atraen a los clientes con del delicado tacto oriental. Si el visitante quiere algo más que plática, debe pagar la salida de la chica, unos 20 dólares y negociar, por una cantidad similar, el precio del amor. Pero Nana Plaza va mucho más allá, en los locales de los pisos superiores hay shows de travestismo, nudismo, globos, burbujas y todo tipo de desviaciones hasta llegar al quinto piso donde sin simulación se promocionan espectáculos de zoofilia: mujeres teniendo sexo con monos o perros.
Durante varias noches a la hora de la cena me toca compartir mesa con los veteranos del amor que se compra. Un noruego repite una frase que leí en Lonely Planet, “no vine a Bangkok por los templos”, después me cuenta que en una semana ha estado con ocho chicas y que viene de Filipinas, donde el sexo es más barato. Sin embargo me hace una confesión extraña, se ha enamorado de una filipina y piensa regresar por ella para casarse en diciembre. En Tailandia se da un fenómeno similar, quizá sea que el poder de la soledad se impone a la necesidad del comercio, un romántico diría que la fuerza del amor siempre superará al dinero, porque es común ver parejas de hombre occidental y mujer tailandesa en las numerosas oficinas de trámites para matrimonios con extranjeros. Quizá todo se explique porque incluso dentro de las naturalezas más inmundas y cosificadas existe un espacio para crear lazos y sentimientos humanos.
Mi pasaporte es revisado y avanzo por un amplio pasillo de cristales hacia el avión que veinte horas después aterrizará en Londres, entonces mis sentimientos de turista nostálgico afloran. Tailandia y su gente, su dolor, sus extravagancias, su sordidez, su cultura, el misticismo de sus templos, la santidad de sus mojes. Al final de todo las sonrisas y el gran corazón de su gente. A lo lejos los pesados nubarrones del monzón avanzan con lentitud de elefante hacia Bangkok, ciudad de ángeles donde también pueden encontrarse pasadizos que conducen directamente al corazón de las tinieblas.
Sunday, August 05, 2007
Los caminos imposibles
- El espacio entre asientos estaba planeado para niños de kinder, por lo que tuve que sentarme entre el asiento y la “nada” del pasillo.
- No está previsto que los pasajeros de tercera clase viajen con equipaje, por lo tanto las mochilas o maletas deben ir o sobre las propias personas o en el pasillo donde serán aplastadas por los demás.
- El chofer tiene la ferviente convicción de que donde deberíamos caber 20 cabíamos 32, así que una señora que no alcanzó asiento no tuvo más opción que sentarse sobre mi pie derecho durante las 8 horas que duró el viaje.
- Como el aire acondicionado es un lujo vedado a los que viajan con bajo presupuesto la ventilación fue sustituida por un aerodinámico agujero en el pasillo del autobús. Desafortunadamente dicho agujero también representaba una desventaja ya que el pie de un pasajero podía caer directamente a la carretera y con la consecuente pérdida de la extremidad.