Monday, March 26, 2007

Un post de desarrollo (Por fin!)

Ahora que mi curso de Rural Poverty (Pobreza Rural) exige trabajar sobre estrategias de rural marketing he descubierto las bondades del mayor éxito para los comeflores europeos y norteamericanos.

El Fair Trade (Comercio Justo) tiene la maravillosa propiedad de hacer sentir a los consumidores como verdaderos héroes ante las injusticias globales en el tercer mundo. Y es que con el simple hecho de discriminar al poder trasnacional y elegir una bolsa de café o un racimo de plátanos que incluya la etiqueta “Fair Trade” o “Comercio Justo”, los consumidores pueden desentenderse de las injusticias mundiales y colaborar con miles de pequeños productores en América Latina, África y el Sudeste Asiático.

Sin embargo hay preguntas que deben responderse antes de hacerla de jueces. Usemos el ejemplo del café:

Primera. ¿Por qué diablos Fair Trade? Todo se origina ante el afán humano por acaparar riquezas. Resulta que si usted se dedica a producir café está en un error. El mercado mundial está saturado, especialmente ante las alta productividad de países como Vietnam. Como sabemos, a mayor oferta, menor precio. La producción mundial de café ha crecido 15% en los últimos 10 años, el consumo sólo 7%. Por lo tanto, los precios han ido en picada. Si a esto aunamos la nobleza de trasnacionales como Nestle, Procter&Gamble o Phillip Morris, que contratan brokers y apuestan a la reducción de costos en las bolsas de valores, tenemos un verdadero desastre. El ingreso promedio para un pequeño productor es de US$600 al año. Por supuesto que eso no alcanza para comida, ni para escuelas, ni doctor, no alcanza para nada. Mucho menos para cambiar de cultivo, como los señores de Wall Street sugieren: Pues que siembren otra cosa!

¿Qué ofrece el Fair Trade? El Comercio Justo propone pagarle a los pequeños productores un precio base, en caso que el mercado se derrumbe y a partir de precios superiores, dar un incremento de US$.05 por libra de café. Esto, implica que los campesinos reciben al menos una pequeña ganancia por lo que siembran. Hay otros beneficios. Contratos a largo plazo, asistencia técnica y pagos adelantados por el 60% del valor de la cosecha. A cambio, las organizaciones de comercio justo exigen grupos democráticamente organizados, respeto total a los lineamientos de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) y la garantía de invertir una parte de las ganancias en proyectos sociales o ambientales.

Suena increíble. Desafortunadamente no lo es. El Comercio Justo apenas representa el 2% del mercado global y no es aplicable a todo el mercado porque se consideraría un subsidio, lo que rompe con el libre derecho capitalista a la explotación. Sin embargo es una gran iniciativa, creada desde la solidaridad de la sociedad civil.

¿Qué hace falta? Mecanismos reguladores que incluyan el factor social en la determinación de los precios spots (actuales) y futuros en el mercado de valores. Apoyo de los gobiernos para promover el cambio de cultivos y regular la producción. Comportamiento ético de las trasnacionales. Conciencia de los consumidores para apoyar iniciativas que ayuden a que miles de personas no caigan en la miseria. Todo suena terriblemente comeflores, es cierto, pero bueno, es lo que se necesita.

Ahora, ¿qué podemos hacer usted y yo, pequeños e indefensos consumidores? Tres cosas:

Uno. Si van al super, compren las marcas que tengan el sello “Fair Trade” o “Comercio Justo”. Van a pagar un poquito más, pero si pueden no sean codos. Eviten consumir productos de las trasnacionales, olviden un poco Nestlé y consuman “Los Portales de Córdoba”, la calidad del sabor será infinitamente superior.

Dos. Si en el súper no hay estas marcas. Díganselo al robot que repite en todas las cajas eso de “¿encontró todo lo que buscaba?”.

Tres. Si deciden volverse gente de campo, no siembren café, saturarían más el mercado. No es cierto, eviten Starbucks, únicamente consumen 5% de granos certificados como Comercio Justo, pero al adquirir la licencia hacen uso indiscriminado de la marca y se pintan como blancas palomas. No lo son. De verdad, no vayan.

En fin. El camino del Fair Trade es largo y será complicado. Pero los consumidores tenemos el poder. Eso es lo único cierto. Ellos lo saben.

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