Sunday, November 26, 2006

Aston vs. Boro


El fútbol inglés había sido hasta el sábado un territorio de especulaciones. En una de sus geniales crónicas futboleras Luis Villoro afirma que el Hooligan ‘va al estadio como a las Malvinas’ y mientras esperábamos a nuestro amigo brum (originario de Birmingham) en la New Street Station, mis tres compañeros americanos, Houston, su mujer, Stephen, y yo, nos preguntábamos qué naturaleza de espectáculo viviríamos en la siguiente hora. La puntualidad inglesa falló, pero a la hora acordada recibimos un mensaje avisando la magnitud del retraso, ‘perdí tren, media hora, compren boletos para Winton, saludos, Mark’. Treinta minutos después apareció Mark con tres amigos y luego de las presentaciones formales caminamos a los trenes. ‘It’s going to be crowded, Gustavo, be ready’ (va a estar atascado, hay que estar listos) me advirtieron. El andén 4 que lleva al Doug Ellis Stadium en efecto parecía lleno, después de ligeros apretujones todos conseguimos asiento, lejos estaba el heroísmo de los usuarios de metro que diariamente exponen su vida al trasbordar en horas pico. El juego sería Aston Villa, de Birmingham (“Villa” a secas para sus seguidores) contra Middlesbrough (apodado “Boro”). En el camino alguien preguntó qué opinaban del Boro: It’s rubbbiiiisshhhhhh!!! (es basura) bramaron los ingleses a coro, dejándonos sin ninguna duda sobre la intensidad de sus sentimiento.

Al llegar al estadio las dudas quedaron atrás. El ambiente era prácticamente familiar, aquellos con cabeza rapada, mirada lunática y perfil amenazante estaban sentados al lado de los niños devorando hot dogs dobles, bolsas de un kilogramos de papas fritas o hamburguesas de tamaños descomunales. Hasta donde fui informado, hace quince años el Doug Ellis Stadium vivió una tragedia, real, 50 muertos por una avalancha humana que se desbordó de ira en pleno juego. Desde entonces las medidas de seguridad han llegado al grado que se considera ilegal mirar el juego de pie. La entrada al estadio es ordenada, uno tiene que pasar por un apretado pasillo donde mi ex vecino Antonioni no cabría; una vez superado ese torniquete que es una abierta discriminación contra los gordos, hay una serie de pasillos que conducen a los asientos. En estos pasillos el público es sometido a una cantidad enorme de imágenes de violencia, todas publicidad del gobierno pidiendo prudencia y dando teléfonos para denunciar crímenes de odio. Resulta sencillo adivinar el por qué de la propaganda, el soccer en Inglaterra es eminentemente blanco, los pocos extranjeros, o son turistas, o forman parte del ejército de inmigrantes que atiende los restaurantes del estadio. La combinación de acohol y enojo fácilmente pueden llevar a la multitud al ultranacionalismo. La cerveza se permite, pero no con vista a la cancha, lo que disminuye el riesgo de enloquecer a mitad del partido.

Dada mi indiferencia a un juego que desde hace mucho considero una herramienta de manipulación de masas, no puedo decir mucho de la calidad del arbitraje o la estrategia de los directores técnicos. Lo que no sentí con las jugadas me maravilló con los cánticos. Ni un minuto, desde el primer silbatazo, se interrumpieron; ya fueran Villa o Boro, coreaban a sus héroes con la ferocidad con que debieron cantar sus tatarabuelos bárbaros mientras invadían Roma. Cuarenta mil niños, hooligans, viejitos, mujeres, señores, todos, por noventa minutos se olvidaron de sus problemas en Irak, de las cuentas del príncipe Carlos, de si Gordon Brown será primer ministro, del espía ruso envenando en Londres, incluso de sí mismos, y cantaron y se insultaron, y comieron hamburguesas y hotdogs, y salieron con sus familias sintiéndose representados en ese algo intangible que había empatado con los adversarios y que en ocho días les volvería a dar la oportunidad de escapar de sus mundos y ganarle a la vida una vez, aunque fuera a través de un equipo.







1 comment:

Oscar Ugalde Tinajero said...

Los próximos días también se vivirá un ambiente futbolero en México. Aguilas y chivas disputaran 180 min. de emoción para poder pasar a la final de la liga. También por 180 min. un 90% del país parará todo tipo de actividades para mirar este ancestral y clásico encuentro que para mi fortuna espero que ganen las poderosísimas aguilas del américa. Además, en el inter de esos dos partidos de futbol, Felipe Calderón tomará protesta - si puede - en le palacio legislativo de San Lázaro, donde el día de ayer el "honorable congreso de la unión" dio un espectáculo vergonzoso, que espero tus amigos de Inglaterra no vean para que no modifiquen la imágen que México ha dado al mundo de una alegría eterna, bonito para visitar y donde se puede beber un poco de tequila cantando con los mariachis.