Tuesday, January 23, 2007

Ámsterdam contra sus prejuicios

Ámsterdam tiene la virtud o el defecto de existir en la mente de sus visitantes con demasiada complejidad anticipada. Al menos ése fue mi caso. Proveniente de una sociedad prejuiciosa le inventé una imagen de perdición y vicio que correspondió más a la especulación que a la realidad. Más que el fracaso de un país que ha aceptado con cierta indiferencia lo que en sus hipócritas vecinos primermundistas se sigue considerando un crimen, el consumo de mariguana significa la victoria de una ciudad contra su prejucios.

Que hay gente que fuma aún en la calle a pesar que se vende casi en cualquier bar es cierto, que seguramente muchos adictos viajan con la misma devoción con la que los amantes de las alucinaciones van a Oaxaca, también. Sin embargo es importante aclarar algunas de los malentendidos locales. Fumar no es un vicio barato: diez gramos de la mariguana más liviana cuestan 8 euros, unos 130 pesos; la misma cantidad en la ciudad de la esperanza no ha de rebasar los 10 pesos. Ámsterdam, más bien lucía refugiada en sí misma de un frío de 3 grados y un sol que apenas iluminaba su cielo nublado algunas horas, lejos estaba la imagen de fiesta incontrolable y ánimo kamikaze que alguna vez imaginé entre sus turistas.

El red light district, la famosa calle donde las prostitutas se exponen a los clientes desde vitrinas iluminadas por focos rojos y neones apenas abarca dos cuadras y más que un espectáculo erótico o estimulante recuerda tristemente a un zoológico humano en el que los turistas globales admiran o pagan 50 euros por el amor fugaz. Las chicas sólo visten ropa interior, miran indiferentes, aburridas, hablan por teléfono, fuman, caminan en círculos recordando la depresión de los jaguares que miran con su tristeza animal a los espectadores tras sus rejas.

Lo importante de Ámsterdam es la belleza de sus canales, de sus edificios que se inclinan como prueba de la lucha de los holandeses para ganarle terreno al mar. Su museo Van Gogh, que, aunque fue el museo más caro que conocí, posee toda la mística y esencia de un hombre que vivió para el arte y sus tormentos hasta la muerte. Impresiona la precisión con la que funciona la ciudad, exacta, como en la mecánica interna de un reloj. Me impresionó su gente y sus complicaciones en el arte de sonreír. Me conmovió encontrar, que una sociedad próspera y progresista que ha luchado contra sus prejuicios, no ha podido generar los mecanismos para integrar a sus migrantes y que el origen étnico o la manera de vestir siguen siendo un factor determinante en la escala social. Me impresionó la dureza de su clima, lo frío de su invierno su historia ligada al mar. Ámsterdam en diciembre fue frío, intenso, bello.






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