Afortunadamente la noche de la Rambla hizo que todo valiera la pena. Ni un incidente en que fui casi víctima de un carterista catalán quitan brillo a esa primera impresión de Barcelona. Temperatura humana (unos 13 grados), gente en la calle hasta las 4 de la mañana, vendedores ilegales de cerveza, prostitutas, borrachos, trasvestis, turistas, músicos, catalanes, y puestos de flores se mezclan en ese corredor por el cual se entiende un poco mejor el significado de esa ciudad y de su fiesta.
A la mañana siguiente caminamos hasta la marina, el edificio de aduanas y el monumento a Colón. El Mediterráneo estaba allí, pleno de sol, delineando en sus el sur de Europa. A partir de allí el el trayecto se llena de Gaudí, de callejones extraordinarios, de personajes de novela y piedras tan humanas que casi parecen hablar. Miramos la catedral, el casco antigua, Santa María del Mar, la Sagrada Familia, el Qadrat d'Or...
El día terminó en el Mercat de Sant Josep o de Boquerías donde encontramos una fantástica tienda de productos mexicanos. Europa nos despidió con latas de frijoles La Costeña, Salsa Valentina y harina Maseca...







