Wednesday, February 28, 2007

Toledo, casi un recuerdo

Toledo existía en mi mente mucho antes de conocerlo. Desde niño escuchaba la aventura europea de mi madre y su admiración absoluta por la belleza de esa ciudad amurallada. La mañana que bajamos del tren, me bastó mirar la imponente puerta de Alfonso VI para saber que llegaba a un lugar en el que de cierta manera ya había estado. Sus callejones de piedra, los incontables caminos empinados, su historia en batalla permanente por la identidad revelan las maravillas de españoles, judíos y otomanos.
Pero la ciudad es más, sus paredes rebosan de propaganda, de cine, de conferencias, de exposiciones que delatan su espíritu republicano, rojo y progresista. Estuvimos sólo unas horas, pero fueron suficientes para ser invitados a una cerveza con callos por dos viejitos que brindaban por la partida del año viejo, para que comiéramos una de las mejores botanas de la ciudad y platicáramos de la situación mexicana y los líos de AMLO después de las elecciones con una monja que rebosaba interés por la política internacional.
Era 31 de diciembre y no pudimos entrar a la catedral, el edificio más imponente de ese lugar. No importa, su altura sobrenatural, observada escasos segundos en un ilegal intento de visitarla, bastaron para reconocer, de entre mis recuerdos, la vastedad de su belleza.









1 comment:

Anonymous said...

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