Coimbra estaba allí. Caminamos hasta el centro y más tardamos en abrir el lonely planet cuando Daniela -que fue designada gerente de relaciones públicas con todo el que hablara portugués-, ya había conseguido hostal a buen precio con excelente paisaje de placita e iglesia incluídos. Lo que seguía era volver a caminar. Para desgracia de nuestra compañera polaca, el territorio portugués, o al menos las ciudades que visitamos, están situadas entre colinas, lo que implica subidas y bajadas. Después de un poco de caminata y de nuestra iniciativa para visitar el edificio de la universidad -que está en lo alto de una cima- decidió abandonarnos. Los tres que quedamos emprendimos el camino de subida. Caminamos por la universidad vacía -toda escuela vacía tiene un aire nostálgico- y regresamos con el ánimo de un poco de fiesta y de nuevo buena comida.
Fue en ese punto que noté que mis compañeros hispanohablantes se desesperaban ante mi inutilidad para los idiomas. Daniela se reía nerviosa y Juan me pedía silencio cada vez que respondía al portugués amable en una jerga que mezclaba el italiano, el inglés y lo que yo suponía portugués. Afortunadamente su pena ajena no minó mis esfuerzos políglotas y seguí intentándolo hasta que pisamos tierras castellanas.
Después de una excelente cena buscamos algo de fiesta. Como únicamente confiamos en nuestra orientación, nos perdimos en el barrio más silencioso y solemne de Coimbra. Esa noche dejamos la guía en el cuarto y encontrar un bar nos llevó más de una hora de caminata inútil por barrios donde ni siquiera se escuchaba la melodía de un radio. Afortunadamente después de preguntarle a unos diez lugareños tomamos el rumbo correcto y llegamos a una calle llena de gente con cerveza en mano. Pasamos por tres lugares, un barecito de la sociedad de estudiantes, un lugar medio creativo baresco-restaurante y terminamos en un club ipitero (según Iván ipití viene del sonido que hace la música electrónica cuando los dj's caen en trances de repetición). Mis últimos recuerdos son brindis con completos desconocidos(as) y una salida forzada por problemas con la autoridad cuando el sol ya alumbraba fuerte. Serían las 7 de la mañana o más. Obviamente el cansancio nos forzó a dormir, quizá hasta el mediodía, cuando a rastras dejamos el cuarto y regresamos a crudear en el autobús, porque ahora salíamos rumbo a Lisboa.
Friday, June 08, 2007
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