Wednesday, July 18, 2007

De la paz y las cámaras digitales


¿Qué diablos tiene la fotografía que tanto nos apasiona? Lo aceptemos o no todos hemos sentido emoción al tomar una foto, pudo haber sido en una detestable fiesta de cumpleaños, con alguien a quién no veremos más, un viaje, una vista que sólo nosotros entendimos. ¿Por qué nos gusta la fotografía? Porque nos permite decir algo, una mirada, una voz que únicamente nosotros pudimos entender, no importa que la foto sea fallida, el momento queda grabado más allá de la gelatina o el sensor digital, va directamente al invaluable archivo de nuestros recuerdo. Milan Kundera, autor de una de las mejores historias de amores y traición que he leído –La insoportable levedad del ser- escribió: La memoria no guarda videos, guarda fotografías. ¿Pero qué diablos tiene todo esto que ver conmigo enmedio de un grupo de niños marginados, en este rincón del mundo, armados con cámaras digitales?

Pues bien, hace dos años un par de fotógrafos japoneses que cubrían las dos tragedias de Aceh, Indonesia –una larga guerra civil y el tsunami de 2004- compraron cámaras análogas (con película tradicional) y las usaron como terapia para aminorar el estrés en los niños que apenas habían vivido en carne propia la espantosa destrucción de un mar desbocado. La misma técnica ha sido usada desde hace años alrededor del mundo, desde mujeres que padecieron el horror de la contraguerrilla en Guatemala, pacientes terminales en Tampa, Florida, o adolescentes en riesgo de caer en problemas de adicción en el Bronx neoyorkino. Yumi y Masaru Goto (chequen su website
www.masarugoto.com) comenzaron a tener resultados extraordinarios, ambos daban talleres de composición y fotoperiodismo los fines de semana y los niños se encargaban de capturar sus historias después. Eran finales de 2004 y la atención del mundo se centraba en la peor tragedia natural en el mundo moderno. Entonces apareció Jeanne Hallacy, una extraordinaria fotorreportera experta en temas de Sudasia, ella se encargó de conseguir patrocinios y ampliar el proyecto al sur de Tailandia, específicamente en Phang-Ga, donde miles de niños perdieron familiares, casas, amigos o quedaron severamente traumados por la tragedia. En el primer año el proyecto reclutó fotógrafos profesionales de agencias como AP, Reuters, Sigma. Los resultados fueron increíbles, la foto de una migrante burmesa de 13 años ganó un concurso en National Geographic y muchas de las imágenes aparecieron en diarios de todo el mundo. Un año después la situación es más complicada, la tragedia ha quedado atrás pero no las ganas de ayudar a los niños. Los fotógrafos internacionales se fueron, sólo queda Jeanne y el talento de los fotógrafos Thais. Los problemas de los niños son ahora la represión contra los migrantes burmeses que viven en condiciones de miseria absoluta, problemas étnicos entre los Thai budistas y los Thai musulmanes, niños Moken (una comunidad nómada del mar) que ahora enfrentan los vicios del sedentarismo. El fin de semana pasado estuve presente en uno de los talleres, podría hablar mucho, seré breve, la maravilla de una cámara habla por sí sola:

Era sábado y era la mañana. Yo me hallaba en la parte trasera del camión rodeado de 18 rapaces de entre 9 y 14 años que gritaban cosas e3n Thai, me preguntaban mi nombre en inglés y me llamaban Pharang! (el equivalente al "gringo" mexicano). Aek, el director de foto iba al frente junto con los entrenadores, cuatro migrantes burmeses, todos con 24 años en promedio. Llegamos a la locación, un evento del gobierno para entregar casas a los afectados que aún viven en campamentos. El estilo recuerda cualquier detestable evento priísta, comida gratis, música, autobuses repletos, aplausos y mantas de apoyo a los políticos. Dejamos el camión, los niños reciben su cámara, memoria y pilas. Aek explica que es una práctica de retrato, todos con autorización, foco en el rostro y absolutamente necesario hablar con el sujeto para hacerlo sentir natural. Después de dividirnos entre los entrenadores Thung Thung, Pa Pa, Myat Thu y Aung Soe, soy testigo de la fotografía siendo tomada con la mayor de las seriedades por rapaces que preguntan a los demás, a sus imágenes y a sí mismos, cómo diablos funciona este mundo en que vivimos. No puedo afirmar aún que este programa tendrá un impacto significativo en el desarrollo social de Phang-Ga, pero si sé que estos niños aprendieron a confiar en sí mismos, a entender que son capaces de expresar esa mirada que los hace únicos, a hacerse preguntas sobre el ambiente que los rodea, a mirar el mundo con el ojo crítico de la cámara y sobre todo: a trabajar en conjunto con sus iguales, sin importar si sus padres son budistas o musulmanes, sin preguntar si tienen permiso de trabajo, sin miradas irrespetuosas por su origen. Quizá todo es como me dice Yutaka, director de una ONG pro derechos humanos: esto no es acerca de fotografía, es sólo acerca de paz, simplemente paz...

Abajo las imágenes.

En el camion con los rapaces

La reparticion de las camaras

Revision del equipo

La opinion de Aek

El vendedor de arroz dulce


Thung Thung dando catedra

Revisando el material


Los resultados


Fotografa cansada

Todas las fotos en MIS FOTOS


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