Thursday, July 12, 2007

Todos los rostros de Bangkok

A pesar de ser considerado como un lugar rendido al turista salvaje del primer mundo, Bangkok sigue conservando esa desordenada mezcla de originalidad, belleza exótica y caos, que dan identidad a muchas ciudades del tercer mundo. En especial la ciudad antigua ofrece una increíble combinación de vendedores ambulantes, mercados tradicionales, tráfico imposible y joyas arquitectónicas, como en pocos lugares se puede encontrar. Atravieso el barrio chino rumbo al río Chao Phraya cuando una voz de lluvia nos obliga a refugiarnos bajo las lonas de los puestos: es el monzón del fértil sudeste asiático.

Cuando la lluvia pasa me adentro en ese rostro del Bangkok antiguo, el de todos los que no fueron alcanzados por las “virtudes” de la globalización. Aquí la ciudad habla de su dolorosa desigualdad a través de los que sobreviven en la economía informal, de los miles que duermen en la calle entre el calor atroz y las cucarachas más grandes que he visto jamás. Sigo caminando rumbo al monumento a la democracia –monumento que debe avergonzar a la junta militar que gobierna desde enero al país– y de entre el caos encuentro el silencio de un templo budista. En su interior desaparecen los gritos, el smog, el zumbido incesante del trafico, aquí se refugian los que no pierden la esperanza que da la fe; descalzos –es una ofensa usar zapatos en el templo– muchos meditan, ofrecen inciensos, fruta, agua, a la benevolente escultura de Sidharta. Después de detenerme en varios templos me enfilo hacia el taxi acuático que me llevara al skytrain, en una ultima parada cruzo el laberíntico mercado de Maharaj. A cielo abierto cientos de puestos de comida confirman que para Bangkok comer en la calle mas que una necesidad es una cultura: brochetas de pollo al carbón, patos asados, noodles, cangrejo, platanitos dorados, ensaladas de lechuga, huevo cocido y carne de cerdo, pescado frito… Son casi las 6 de la tarde y muchos de los que caminan junto a mi llevan una porción de comida en bolsitas transparentes de plástico que disfrutaran en el camino.

Al llegar al tren elevado se descubre otro rostro, el del moderno tigre asiático que se empeña en competir en el mercado de la mano de obra barata. La prosperidad de los 90s es evidente en la parte nueva de la ciudad: desde el vagón se divisan enormes malls con espectaculares de Channel, Armani y toda la parafernalia consumista de occidente. En el corredor comercial los edificios de oficinas ostentan orgullosos sus logos demasiado conocidos en la cultura de los mercados emergentes: Procter and Gamble, Starbucks, PriceWaterHouse, Seven Eleven…

Finalmente me bajo en Nana station, en pleno corazon rojo de Sukumvit. A unas cuadras de aquí, dos centros mundiales del comercio sexual –Nana plaza y Soi Cowboy– reclutan, la mayoría de las veces por la fuerza, a niñas desde los trece años para llenar los bares donde el mundo occidental puede negociar el amor por unos 1,000 Bath (unos 40 dólares). La prostitución aquí rebasa cualquier magnitud imaginada, cada una de las miles de mujeres que deben venderse para sobrevivir representan la dolorosa herida de semejante desigualdad social. La mayoría proceden de los barrios pobres de la ciudad, de las provincias del norte o de Burma y Laos. Muchas son engañadas y cuando se encuentran aquí es demasiado tarde para escapar de los métodos atroces utilizados por las mafias que trafican con humanos: violencia física, psicológica y drogas.

Ya en la puerta del Suk 11, mi hotel, dos backpapers que acaba de llegar de Alemania se disponen a disfrutar del exotismo de la ciudad, son una pareja: rastas, tatuaje obligatorio y paliacate en la cabeza. Mientras se alejan me pregunto que Bangkok los recibirá. Aun no he conocido otros rostros de este lugar, como el paraíso de las drogas baratas (heroína proveniente de Asia central y una gran variedad de drogas sintéticas) o el lado saludable de los deportistas extremos. Los alemanes se despiden con gesto amable, afuera les espera uno de todos los rostros de Bangkok: quiza injusto, el que no tiene democracia, el que duele por sus dolorosos contrastes, o los demas... la oferta de este lugar da para todos los gustos y necesidades: tiendas de lujo, sexo, fiesta, cultura milenaria… Mañana seguramente los veré a la hora del desayuno, pero definitivamente, no les preguntaré…

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